El fácil encasillamiento de cualquier pensamiento crítico conduce desafortunadamente a pretender establecer una línea de pensamiento que se convierte en el eje de reflexiones y discusiones en Guatemala. Endilgar calificativos de izquierdista o comunista simplemente porque las personas se atreven a criticar situaciones o condiciones, es otra de las formas de descalificar no sólo a personas, sino también de elevar ese pensamiento único, como la también única forma de pensar en el país.
Desafortunadamente el pensamiento cerrado o las ideologías cerradas que se yerguen como la exclusiva forma de pensar ha calado hondo en el imaginario colectivo, sin que la misma tenga la profundidad cognoscitiva que permita la discusión abierta, sino al contrario se vende como una simple receta, un conjunto de “clichés”, un listado de elementos que muchos repiten, pero que no tienen la capacidad de analizarlo en su fondo y su forma, así como resulta imposible que resista la mínima discusión.
Lo mayormente lamentable es que este tipo de pensamiento único o estándar ha llegado incluso a entronizarse en los jóvenes, quienes repiten sin ningún respaldo teórico ese catecismo impuesto y lo peor, se resisten a conocer en otras formas alternativas de pensamiento, con lo cual, las ideologías cerradas terminan por hacerse mayormente obtusas y poco capaces de entrar al debate, la reflexión, la crítica, el análisis y la interpretación. Y esto incluye a la izquierda y la derecha.
Durante mi vida de docente, me he encontrado con muchos jóvenes que repiten sin cesar este tipo de ideologías y con ello pierden la capacidad de análisis, pues se centran en la repetición sin sentido, se convierten en profetas de un pensamiento acrítico, plantean discursos y nada de reflexión crítica. Son confesos seguidores de una ideología, pero sin conocerla a fondo, con lo cual se convierte en un fundamentalismo visceral, un conocimiento epidérmico y una postura rígida sin respaldo teórico.
La idea del pensamiento crítico apunta justamente a lo contrario. Primero, contar con un conocimiento profundo de cada paradigma teórico, para conocerlo a fondo y poder discernir sus elementos centrales, sus orientaciones generales, sus bondades y sus desaciertos. Segundo, reconocer que muchos de estos modelos responden a intereses y no necesariamente a nuevo conocimiento y con ello nuevas teorías. Tercero, el pensamiento crítico demanda un conocimiento profundo de la realidad nacional, planteando alternativas distintas en el manejo de la política pública. Desafortunadamente en Guatemala, cualquier planteamiento alternativo que sea contrario a la visión conservadora prevaleciente lleva a estigmatizar a cualquier ponente crítico y sea fácil etiquetarlo con adjetivos que buscan deslegitimar, desacreditar y hasta criminalizar.
Los pensamientos cerrados se convierten en auténticas rigideces mentales, pues no admiten la crítica a su ideología y con ello se convierten en posturas fundamentalistas, adversas e ilógicas cuando se plantea el debate abierto o cuando se sugieren nuevas formas de visualizar el desarrollo de una sociedad. Esta situación conduce a profundizar un pensamiento conservador que continúa prevaleciendo en una sociedad que demanda cambios, empezando por abrir el pensamiento y permitir la capacidad de análisis, síntesis e interpretación de un pensamiento distinto, que no trata de antagonizar sino simplemente de tener una lectura diferente de las cosas.