Los «abrazos gratuitos» en serie que ofrecen estudiantes decididos a sacar a sus compatriotas de su legendaria timidez se han convertido en una actitud insólita observada con frecuencia en la capital japonesa.
Su campaña se inspira de un movimiento lanzado en Sidney por un australiano, Juan Mann, a partir de una idea simple: plantarse en la calle con una pancarta que reza en inglés «free hugs» (abrazos gratuitos) y estrechar en sus brazos a quien se deje tentar.
La iniciativa está haciendo émulos en el mundo entero a través de Internet.
Cada fin de semana, los estudiantes se instalan en Harajuku, un barrio de moda frecuentado por jóvenes japoneses y numerosos turistas.
En un país donde el contacto físico es escaso (los japoneses tienen fama de tímidos), la operación «abrazo» sorprende, incluso incomoda, a los tokiotas, pero divierte a los extranjeros, que juegan más el juego.
«No he perdido el día, ¡gracias muchachos!», exclama Steve, un norteamericano de 28 años que sale de un hospital, tras haber recibido el abrazo y un regalo simbólico que lo acompaña.
Alentada por su madre, una niña belga vuelve hacia ella, sonriendo, tras haber abrazado a un joven japonés.
La atmósfera amable se crispa cuando dos adolescentes interpelan a los militantes del corazón: «Â¿Qué es esto? ¿Forman parte de una secta?»
Saki Inue, 22 años, cuenta que decidió lanzar la operación «free hugs» en Japón tras haber vivido un año en Los íngeles (California, EE.UU.).
De vuelta a su país sintió necesidad de contactos físicos, fuera de los que le imponían diariamente los vagones repletos del metro de Tokio.
Los «abrazos gratuitos», afirma, la curaron de su depresión.
«Estaba tan deprimida cuando volví a Japón. Tenía la impresión de no estar en mi lugar. La gente me parecía tan fría, tan indiferente. La sonrisa y la acogida, tal como las había vivido en Estados Unidos, me faltaban», explica la joven a la AFP.
«Muchos japoneses parecen deprimidos e infelices, como estaba yo antes», dice.
Los abrazos, es cierto, no forman parte de los hábitos japoneses. Si bien el apretón de manos es común, sigue siendo considerada como una costumbre occidental adoptada sobre todo por los hombres de negocios.
Una psicóloga de Tokio, Orie Shimizu, considera sin embargo que las muestras de ternura en público son un deseo natural y sano, y que les haría bien a los japoneses.
«Sólo las caricias de una madre dan al bebé el sentimiento de estar protegido, de ser amado y aceptado. El efecto es el mismo para los adultos», afirma.
«Â¡Los abrazos dan milagrosamente la impresión de que la vida es bella!», dice.
Si bien Shimizu duda que el movimiento «free hugs» sea la solución a largo plazo, considera que esos contactos físicos podrían tener una influencia positiva en los fenómenos de violencia y en los índices de suicidio (uno de los más elevados del mundo) en Japón.