Las regiones secesionistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur consolidaron su seguridad militar desde el reconocimiento de su independencia hace un año por Rusia -respaldado sólo por Nicaragua- pero su estatuto sigue en vilo y sus economías pobres y aisladas.
La decisión de Rusia de reconocer a estos dos minúsculos territorios montañosos del Cáucaso el 26 de agosto de 2008, a raíz de su guerra con Georgia, fue condenada por la gran mayoría de países, que consideran a estas regiones como territorio georgiano.
Los gobiernos separatistas de Abjasia y Osetia del Sur, que se separaron de la administración de Tiflis a principios de los años 1990, habían recibido el apoyo tácito de Moscú durante años antes de lograr el reconocimiento oficial del Kremlin.
En la víspera del primer aniversario de la controvertida decisión de Moscú, el Ministerio ruso de Relaciones Exteriores afirmó hoy que otros países deberían seguir el ejemplo de Rusia, recordando que hasta ahora sólo Nicaragua se ha sumado al reconocimiento de estos territorios como Estados independientes.
«Una ampliación del proceso de reconocimiento internacional de Abjasia y Osetia del Sur (…) contribuiría sin lugar a dudas a reforzar más la paz y la seguridad en la región», afirmó la cancillería rusa en un comunicado.
Desde hace un año, los dos territorios han desplegado con orgullo sus atributos nacionales: banderas, idioma, dirección política, placas de matriculación, al tiempo que intentaban sacar a flote sus economías devastadas por las guerras.
Ambas regiones, que Tiflis considera bajo la «ocupación» rusa, también acogieron bases militares donde Moscú tiene a miles de soldados rusos. Están principalmente encargados de vigilar las «fronteras» que las separan de Georgia, donde la tensión perdura y los incidentes son frecuentes.
Pero los analistas coinciden en destacar que la situación en la que se encuentra estancado este conflicto -seguramente mucho tiempo- deja a estas regiones totalmente aisladas, a excepción de su poderoso protector.
Abjasia, que debido a sus suntuosos paisajes era un paraíso turístico, parece la más dañada, especialmente en el terreno económico, afirma Vladimir Yarijin, vicedirector del Instituto de Países de la Comunidad de Estados Independientes.
«Antes, cuando su estatuto no estaba definido, podría mantener relaciones económicas con otros países, Turquía por ejemplo, pero ahora ya no es posible», explica.
De manera general, la incertidumbre amenaza con impedir todo tipo de inversión que no sea rusa, agudizando aún más la dependencia de las dos repúblicas, advierten los expertos.
En cuanto a Osetia del Sur, pobre en recursos y aislada en una zona de alta montaña, «no sobrevivirá sola, siempre habrá que mantenerla», afirma Nikolai Petrov, analista de la Fundación Carnegie.
El presidente osetio Eduard Kokoiti puede prometer que otros gobiernos se sumen al reconocimiento de Rusia y Nicaragua, pero lo cierto es que parece poco probable, considera por su parte Lawrence Sheets, director de proyecto en el International Crisis Group de Tiflis.
«Es difícil decir qué pasará en los próximos 5 a 10 años, pero el conflicto parece efectivamente congelado», afirma.