Abierta lucha por presidencia


Elecciones. La candidata socialista francesa Ségolí¨ne Royal visita un albergue en la región de Moulin. Royal perdió preferencia al anunciarse el candidato de los conservadores.

A tres meses de las presidenciales francesas, los candidatos para reemplazar a Jacques Chirac superan los 40 pero todo apunta a un duelo final entre el lí­der de la derecha Nicolas Sarkozy y la socialista Ségolí¨ne Royal, dos revolucionarios dentro de sus propios partidos que ya se lanzaron a la batalla por el poder.


Con la proclamación de Sarkozy como candidato de la Unión por un Movimiento Popular (UMP, partido de derecha en el poder) el pasado domingo, la campaña electoral en Francia ha pasado a la velocidad superior.

Según los sondeos, si la segunda vuelta de las presidenciales francesas se celebrara en este momento, serí­a disputada por Royal y Sarkozy y éste ganarí­a a la candidata socialista por una ligera ventaja.

«Han conseguido imponerse en sus respectivos partidos, es la primera vez que se presentan candidatos a la presidencia, simbolizan un cambio de generación y encarnan una profunda renovación. En todo lo demás, Sarkozy y Royal son totalmente opuestos», opinó el analista Nicolas Beytout, del diario Le Figaro.

Los dos aspirantes a presidente desean encarnar una renovación en la derecha y en la izquierda, en un paí­s desencantado con sus dirigentes y donde el abismo entre el pueblo y los polí­ticos crece cada dí­a y provocó numerosas protestas sociales en los últimos meses.

Hasta ahora, Royal, de 53 años, elegida candidata en noviembre, era la reina indiscutible de las encuestas de opinión y llevaba a cabo una discreta y austera campaña por diferentes regiones de Francia. El torbellino Sarkozy parece haberla pillado desprevenida.

«Hasta ahora, hemos querido dar ritmo a la campaña. Ahora, las cosas han cambiado. Hay un sentimiento de vací­o», reconocieron los responsables de la campaña de Royal en estos dí­as.

En menos de una semana, los golpes bajos cruzados, los ataques a la vida privada y la cacofoní­a en los respectivos partidos sobre las lí­neas prioritarias de la campaña electoral se han multiplicado.

Acusada de fraude fiscal por un diputado rival, Royal se ha visto obligada a hacer pública su declaración de impuestos, a justificar sus decisiones de campaña ante sus colegas de partido y hasta a suspender a uno de sus colaboradores que osó hacer una broma de mal gusto sobre su compañero sentimental, el primer secretario de los socialistas, Franí§ois Hollande.

«Es urgente que la elección presidencial recupere el nivel en el que debe situarse, el debate tiene que estar a la altura», declaró Royal, que siempre ha evitado responder a los ataques que le son dirigidos.

Según Stéphane Rozes, responsable del instituto de sondeos CSA y profesor universitario, la candidata socialista debe demostrar en esta campaña «coherencia entre su imagen, el proyecto que presenta a los franceses y los medios de llevarlo a la práctica».

Mientras el fenómeno Royal pierde un poco de fuerza, Sarkozy asegura encontrarse «mejor que nunca» después de haber conseguido que prácticamente el 100% de la UMP le apoyara.

El único factor que enturbia su camino a la presidencia es el misterio sobre las verdaderas intenciones de Jacques Chirac de cara a las presidenciales, aunque los expertos descartan que el jefe de Estado, en el poder desde 1995, decida luchar finalmente por un tercer mandato.

Consciente de que su gestión como ministro de Interior le dio una reputación de polí­tico intransigente, demagogo y algo inclinado a la extrema derecha, Sarkozy aseguró que desea ser el presidente de «todos» los franceses y afirmó haber sufrido una verdadera metamorfosis.

«No seré sólo el candidato de la UMP. Al haber sido elegido, tengo el deber de dirigirme a todos los franceses, de izquierda y de derecha (…) Quiero unirlos a todos porque debo convencerles de que juntos todo será posible», subrayó.

La primera vuelta de las presidenciales francesas se celebrará el 22 de abril y habrá una segunda ronda el 6 de mayo. El mandato presidencial en este paí­s dura cinco años.