Como quien no dice nada, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, cumple un mes de andar como judío errante sin que el apoyo de la comunidad internacional sirva para reinstalarlo en la Presidencia de Honduras, lo que sigue debilitando el destino de las democracias latinoamericanas que, curiosamente, en varios países se ven envueltas en conflictos derivados de la actuación de los políticos que ganan las elecciones.
En el caso de Honduras es obvio que el tema de fondo que generó el golpe no fueron las intentonas de modificar la Constitución de Zelaya, puesto que en todo caso el tema de la reelección no le hubiera podido beneficiar directamente, como ha ocurrido con Chávez, Correa y Uribe, para citar apenas los casos más conspicuos. En efecto, si hubiera logrado colocar la cuarta urna, su efecto sería para convocar a una Constituyente, pero no para que Zelaya se quedara en la Presidencia.
El notorio vuelco de parte de la opinión pública hondureña, incluyendo a los militares, fue el estrecho lazo de amistad entre Zelaya y Chávez, al punto de que fue en Venezuela donde se preparó el material para la «encuesta» que a manera de consulta popular quería hacer el Presidente hondureño.
Honduras es un país extremadamente conservador, tanto que ni siendo el más pobre de los de Centroamérica llegó a tener un conflicto interno como los que se dieron en Nicaragua, El Salvador y Guatemala expresado en las llamadas Guerras de Liberación emprendidas por los marxistas en el contexto de la lucha de clases. Los hondureños prefirieron mantener y mejorar su alianza con Estados Unidos en tiempos de Reagan, mientras el resto de la región ardía.
El caso es que Zelaya ha contado con el apoyo irrestricto de la comunidad internacional, aunque se pueda vislumbrar una fisura en acciones como el papel de í“scar Arias en una mediación que entretuvo la nigua y que justificó el alejamiento del poder del gobernante hondureño, pero no logra materializar esos apoyos para retomar el poder en su país. Al paso que va, seguirá de itinerante por el continente, con períodos pernoctando en la frontera con su país, pero sin que pueda volver a desempeñar la Presidencia y sin que se pueda hacer efectivo el llamado de la comunidad internacional para que se le reinstale en el poder. No olvidemos que le quedan alrededor de seis meses de Presidencia, y tan rápido como se dice, ya se consumió uno íntegro apartado del poder y sin visos de que lo recupere en el corto plazo.