A través del paladar


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Son muchas las noticias que preocupan, que lastiman, que quitan el sueño. La violencia: niña de siete años violada y asesinada en Flores, Petén. Esa isla, en otros tiempos con calles por las que corría mi mamá sin miedo alguno. A seis meses del nuevo gobierno, Guatemala sigue igual –algo que ya se esperaba-. La crisis en España e Italia asusta hasta a los alemanes. Un iceberg gigantesco se desprende de Groenlandia. Se temen más masacres en Siria.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es


Todo apunta a más crisis, más pobreza, más muertes, más desastres naturales. Tanto agobio, tanto dolor y en medio de todo eso, tantas cosas que motivan una sonrisa, que provocan ilusión, que aluden a la esperanza o simplemente cosas que logran por un momento olvidar, despreocuparse, deleitarse y gozar.
Cosas quizá banales si volvemos a los titulares, pero que al menos a mí, en esta semana me envolvieron en un espíritu de coincidencia, de integración y de entendimiento.
Culturas tan distintas y diversas. Mujeres de países lejanos, con vidas para nada parecidas, con historias que llevan a lo primero –dolor, miedo, soledad–, pero que un instante se fusionaron a través del paladar y de comidas para mí inimaginables, deliciosas y repletas de tradición, de esmero y de entusiasmo.
Un único idioma –y no del todo bien hablado– en común, que no permite decir lo que el curry, la miel, las nueces, las aceitunas, las hojas de parra y de plátano lograron.
Meses de convivir sin sentir aprecio alguno, borrados por el esmero con que esos platos se cocinaron y sirvieron y ni qué decir con el placer que provocaron.
Quién iba a decirme que un plato de Kube o de Fatair me hicieran entender y valorar a unas mujeres –incluso más jóvenes que yo– pero con una vida tan pesada como la edad de mi abuela.
Y por qué no, entender ellas a esta mujer preguntona, llena de remilgos y con aires de sabionda –al menos en ese espacio–, a través de un bollito de carne picada elaborado por una principiante y mala cocinera de un país antes para ellas inexistente, del cual me empeño en hablar y publicitar con ruinas, selva y escritores que jamás conocerán.
Ahora sí que entendí el refrán: barriga llena corazón contento o quizá mejor decir: paladar agradecido culturas por aprender.