A propósito del Dí­a del Niño


¿Celebrar el Dí­a del Niño? Claro que sí­, hay que tirar la casa por la ventana y demostrarles a los pequeños que los amamos y son el centro de nuestras vidas. Hoy es una fecha privilegiada para expresar nuestros sentimientos y dejar de ser afectivamente caverní­colas. Es una ocasión para salir temprano del trabajo, fugarse para almorzar o hasta para compartir un helado o jugar al escondido.

Eduardo Blandón

Nada marca tanto como el amor de los padres y el tiempo que invierten en nosotros. Una dieta de abrazos y besos es letal. Debemos renunciar a repetir los errores de nuestros progenitores y reinventar la paternidad. Estamos obligados a poner nuestro sello en la manera de ser papá y mamá. Que a usted le gritaban cotidianamente, comience a ser bondadoso. Que la letra entraba con sangre para aprenderse la tabla de multiplicar, sea paciente. Que nunca jugó con usted su papá, atrévase a volverse niño.

Hay que revolucionar el modo de ser padre. Hay que cambiar el «chip» mental y volverse generoso y cariñoso con los pequeños. No basta el dinero llevado a casa, sobran los viajes al extranjero, son inútiles los pasteles y las pizzas si papá nunca está. No sirve un padre (ni una madre) que pudiendo llegar temprano se queda en el trabajo inventando cosas qué hacer. Una mamá que no ejercita la ternura con los hijos y se convierte en ogro no llena los requerimientos necesarios para una buena educación.

Esta fecha puede ser oportuna para reflexionar la manera cómo educamos a nuestros hijos. ¿Sabemos ser equilibrados entre el amor que brindamos y la disciplina exigida o somos demasiado gamonales y permisivos? ¿Les enseñamos a amar a los hermanos y a respetarlos o promovemos injusticias en casa? ¿Nos sentamos a estudiar con ellos o dejamos que sean otros quienes asuman ese papel? ¿Jugamos con los pequeños? ¿Los abrazamos frecuentemente y les decimos palabras positivas? ¿Somos tiranos y perfeccionistas con los niños? ¿La ley en el hogar es la del castigo o el diálogo?

Sin duda que ser buen padre y buena madre no es fácil, pero ya que nos metimos a semejante berenjenal debemos hacer el mejor esfuerzo. Hay que examinarse diariamente y pensar si estamos cumpliendo a cabalidad con nuestra tarea. ¿Sirve de algo ser exitoso profesionalmente si soy un fracaso en casa? Deberí­amos poner igual (o más empeño) en el éxito del hogar como el que ponemos para ser ascendidos y ganar más dinero.

Es importante comprender que los años pasan con rapidez y la edad infantil pasa con premura. De repente, sin darnos cuenta, los niños crecen y se convierten en hombres o mujeres. Para ese entonces es demasiado tarde tratar de corregir y regresar el tiempo. El dios Cronos ha devorado los dí­as. El cariño que necesitaba el niño ha debido buscarlo en otro lado y, si no lo ha encontrado en sus hermanos, abuelitos o amigos, será un sujeto con una carencia fundamental casi irreparable.

Pero si es importante amar a nuestros niños no está de más ampliar el cí­rculo afectivo. Hoy también podrí­amos ser generosos con esos niños que no tienen padres, que deambulan por las calles exigiendo más que un pan y que tienen un futuro evidentemente negro. ¿No ha pensado que puede hacer algo por ellos? Trate con sus hijos invitar a comer a algún niño que lo necesite, regale algún juguete o comparta un cheque en alguna casa de pequeños abandonados. Enseñe a sus niños que las bendiciones se comparten y que Dios no se deja ganar en generosidad.