En política no todo está dicho. Eso genera diversos calificativos en cada evento electoral, referente a nuevos enfoques de parte de algunos personajes de «arriba». Su significado consigue rápido que se vuelva popular y pegajoso, debido al énfasis dado, que tiene imán para la gran mayoría poblacional.
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Al transcurrir el tiempo, la principal agresión contra los seres humanos, he oído uno tras otro, fruto del ingenio inconfundible de los connacionales. En base a esa premisa es propicio deducir que sirve como una válvula de escape tal asunto para atenuar en parte el impacto emocional.
Durante la antesala, relativamente, que acerca cada vez más el 9 de septiembre, día de los comicios generales, tampoco ha sido la excepción. Esta vez el vicepresidente Eduardo Stein Barillas endilgó el término «gusaneras» a los opositores furibundos a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG.
El calificativo en mención sacó de sus casillas a medio mundo, bajo la supuesta acción de exacerbarse los ánimos y escapar el control de los impulsos individuales de todo aquello que tratan de esconder algunos políticos por demás conocidos y sus partidos.
Acciones comprometidas, de grueso calibre y al margen de lo honesto, en opinión del doctor Stein, consideradas a nivel de la enésima potencia. Por ello existen similares puntos de vista entre sectores carentes de voz y voto, sin embargo, merecedores de tomarse muy en cuenta también, eso sí.
La reacción no se hizo esperar y de consiguiente hubo pronunciamientos viscerales en el sentido que el vice faltó el respeto a los propios políticos en la palestra. Mucha susceptibilidad salió a relucir haciendo hincapié que hirió la epidermis y dignidad inclusive del Congreso, a decir del presidente de ese organismo.
Esto tuvo efecto en vísperas que la legislatura aprobara el acuerdo que da vida a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, en medio de especulaciones a granel. Con 110 votos pasó en primera lectura con carácter de urgencia nacional, tras un prolongado estancamiento.
No es primera ocasión, ni será la última que en nuestro entorno sumido en sinfín de hechos veleidosos, equivalente a escándalos tremendos, surgen ese tipo de epítetos. Mismos que van y vienen sin que ocupen la antesala del olvido en la mente del conglomerado, siempre a la caza de señalamientos parecidos a «gusaneras».
Los efectos consiguientes confirmarán su plena vigencia, a la espera de otro de mayor impacto y significado, que vendrán a corroborar la necesaria lucha contra tantas cosas oscuras y dañinas. Entre ellas la repudiada impunidad, urgida de desaparecer algún día no lejano del escenario nacional.
Pero actitudes y acciones de tal índole reprobable a lo largo y ancho de los años sucesivos, han conseguido enraizarse profundamente, en la propia administración pública. Presiones e intereses exógenos en forma continua mantienen presencia en ese marco, como lo demuestra el estado de cosas.
Erradicar este flagelo con inmensos soportes del crimen organizado es un desafío para el nuevo gobierno, que amerita echarle ganas desde el primer día. La impunidad es un manto protector de la cadena delincuencial, merced a lo cual cada día nos sorprenden delitos de lesa humanidad.
Recapitulando, existen clamores generalizados en el sentido que sean exterminadas las «gusaneras» y similares del suelo patrio, para que el bien común pueda ser una hermosa generalidad. La tranquilidad es deseable sea uno de los basamentos que revivan en las familias por siempre.