No detiene la marcha de los automotores el alza del petróleo, aquí y en todo el mundo. Los aumentos que baten récord en la historia aunque sea el instrumento de dominio, distan de paralizar el pulso diario. De consiguiente tampoco nos tienen entre las manos, eso sí, llenándose de millones a título de gananciales enormes.
Utilidades que también alcanzan en su lugar de operaciones a distribuidores por igual, sobrepasando cualquier cálculo al respecto. Negocio es negocio y las cosas seguirán siempre con ese perfil que satisface a los inversionistas. Difícilmente arriesgan su dinero puesto que dejan de ser sociedades de beneficencia.
Los seres humanos cuentan con esa peculiaridad, consistente en luchar a brazo partido, a fin de sobreponerse a situaciones de suyo complicadas, a sabiendas que estamos en crisis. Sin embargo, pueden con denodados esfuerzos salir adelante, en base firme de la adaptabilidad que alimenta su espíritu invencible.
A ojos vista está el panorama actual referente al tráfico, de hecho congestionado a diario, mayormente el último día hábil laboral, cuando calles y avenidas semejan hormigueros mecanizados. Razón por la cual sigue su curso avasallador el dañino ambiente contaminado en niveles nunca antes registrados en nuestro medio.
Por esas y otras razones los que son propietarios de automóviles, ven así de sencillo el hecho evidente que pese al alza ingrata del oro negro, como las conciencias de sus productores, no cambian de costumbres ni usos. ¿Pero y la economía hogareña? Existe ingenio y arreglos con tal de no abandonar el carro ni un momento.
Es indudable que ponen en práctica medidas con la finalidad de economizar siempre y cuando la utilización del vehículo ocupe prioridad uno. Yo confieso que nunca he sido parte activa de ese menester, en virtud que tampoco poseo el indispensable automóvil. Empero, reconozco su importante función, en homenaje al mundo moderno que requiere en grandes dimensiones del mismo.
Entre las naturales y obligadas especulaciones digo yo, todo el mundo vive pendiente de los aumentos diarios del petróleo, hoy en día la más importante noticia ofrecida en los diversos medios de comunicación social. Tal sección en el diarismo resulta ser la más buscada y leída.
Imposible dejar en el tintero las predicciones relativas a los precios descomunales del mágico producto fósil, mágico por cuanto de la noche a la mañana se disparó hasta más allá de la estratósfera. En papel de agoreros y morbosos de ajuste, hay quienes se mueren porque llegue el instante en que arribe a los 200 dólares el barril del crudo.
A modo de variaciones en torno al igual tema llama la atención y confirma la aseveración que pese al alza del petróleo, usted si transita en cualquier carretera del sistema vial, puede ver las interminables cadenas de vehículos livianos y pesados. Cueste lo que cueste el combustible de marras, hay movimiento.
Que sea falta de cultura vinculante con la economía, ahí se las dan todas, aunque reconozco la validez de algunos razonamientos esgrimidos. Una emergencia está urgida de recurrir de inmediato al automóvil, sea particular o ambulancia, sin excusa ni pretexto. Un viaje de similar naturaleza necesita del automóvil.
En conclusión, digamos lo que digamos y pensemos lo que pensemos, se justifica la utilización diaria y hasta nocturna, según el caso, del vehículo que obviamente consume combustible; se usa a pesar de los imparables precios registrados. Todo sea por la necesidad de los seres humanos.