Con mi afán de continuar conversando sobre la psicoterapia, le pedí a una valiente y emprendedora mujer nos hiciera favor de comentar su sentir acerca de su enfermedad, la bulimia. Y Molly en respuesta a ello, nos ha escrito sus valiosas experiencias y su comprensión acerca de esta problemática. Así que en el artículo del día de hoy la tenemos a ella como autora.A lo largo de mi proceso terapéutico me he podido dar cuenta de la importancia que radica en pedir ayuda, que pese a lo difícil que puede ser romper con el silencio debemos tomar conciencia y buscar ayuda profesional, ya que es el primer paso para enfrentar y solucionar tus problemas y así abrir la puerta hacia un mejor mañana.
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Una amiga llamada Bulimia
Mi amistad con la bulimia empezó sin darme cuenta, desde muy joven todo principió como un divertido juego de poder comer todo lo que quisiera sin preocuparme por nada. En su inicio mi relación era una cuestión muy esporádica, pues sólo lo hacía cuando estaba segura que estaría totalmente sola. Sin embargo, mi preciosa amiga me fue conociendo, y empezó a atacar mis puntos débiles, acaparándome cada vez más, pues cada vez buscaba cada momento, cada espacio para poder comer lo que quisiera. Lo curioso es que yo siempre me las ingeniaba para ocultar todo, desde esconder las envolturas, limpiar bien el baño, hasta llegar a mi limpieza personal, ya que me daba miedo que alguien se diera cuenta, por eso era muy meticulosa en ese aspecto, que puedo decir… todo un ritual. Sin embargo, el juego que por mucho tiempo mantuve, pasó a una relación más seria, y se empezó a transformar en mi mejor amiga; empecé a buscarla cuando me sentía rabiosa, me consolaba cuando estaba triste, e incluso cuando me sentía alegre.
Ella siempre me acompañó a todos lados, y mi mente comenzó a cambiar. Empecé a pensar todo el rato en las cosas que debía hacer para poder encontrarme con ella, a veces buscaba desesperadamente cualquier momento aunque éste me pusiera en riesgo con los demás. Así me estuve, bajando y subiendo de peso constantemente. Mi carácter pasaba por cambios muy drásticos, desde muy sedentaria, hasta hiperactiva donde me obsesionaba por el ejercicio y hacer todas las cosas a la perfección, pero como es lógico, ambos lados no se soportan, y siempre me mantuve en dicho conflicto, tragándome toda la rabia que se concentraba en mí, por no ser capaz de solucionarlo, por no encontrar una estabilidad, pues me di cuenta que pase de un estado de amistad a un estado de codependencia. Era la solución de todos mis problemas. Mi lado oscuro nunca lo compartí, pues hasta cierto punto me había acostumbrado a ese tipo de vida y quitarme a mi amiga era como desarmarme, y quitarme esa parte que era sólo mía y de nadie más. Se apoderó de tal forma de mí que me fui quedando sola con mi única amistad «La Bulimia». Pero con el tiempo me empecé a dar cuenta que al ver el fondo del inodoro éste se llevaba más que los restos de comida, se tragaba una parte de mí que me hacía sentir aun más vacía que antes de vomitar. Mi infelicidad al verme al espejo era tan grande que me atrapaba el odio y la rabia. Toqué fondo con este problema, pues no es fácil poner en evidencia a una amiga que te ha acompañado por tanto tiempo, y más aun aceptar que tienes que alejarte de ella sin mirar atrás. Pero como mi buena terapeuta me dice: «Todo es un proceso» y ahora sé que no me encuentro sola y puedo decir con certeza que soy más fuerte cada día, que he podido dejar a un lado a esa amiga, que por mucho tiempo dejé que me lastimara.