A las puertas grandes secretos del universo


Lyn Evans, lí­der del proyecto LHC, posa en el cuartel general de este proyecto, el cual se lanzará en pocos dí­as.

El Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el mayor acelerador de partí­culas del mundo, empezará a funcionar a toda máquina el miércoles en la frontera franco-suiza, penetrando en los misterios pendientes de la materia y el inicio del universo, hace 13 mil 700 millones de años.


Este colosal instrumento, en el que han trabajado unos 5 mil fí­sicos e ingenieros desde hace más de una década, es el mayor proyecto cientí­fico de los últimos años.

Robert Aymar, director general de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), se muestra convencido de que el LHC depara a los cientí­ficos «hallazgos que cambiarán nuestra visión del mundo y en particular, su creación».

Desde 1996, la CERN ha construido a 100 metros bajo tierra cerca de Ginebra un anillo de 27 km de circunferencia, enfriado durante dos años hasta situarse en los 271,3 grados centí­grados, es decir, 1,9º C más que el cero absoluto.

Alrededor del anillo se han instalado cuatro grandes detectores, en cuyo núcleo se producirán grandes colisiones de protones (partí­culas de la familia de los hadrones). El LHC alcanzará el 99,999% de la velocidad de la luz, de unos 300.000 Km. por segundo.

A máxima potencia, 600 millones de colisiones por segundo generarán el brote de partí­culas, algunas de las cuales nunca han sido observadas hasta ahora.

Para seleccionar los 15 millones de gigaoctetos de datos recogidos anualmente, once centros distribuirán la información en bruto a 200 instituciones del mundo, que la analizarán y archivarán.

Entre los detectores, el Atlas y el CMS han sido diseñados para escudriñar el llamado bosón de Higgs, una partí­cula elemental que dotarí­a de una masa a otras partí­culas. Su ausencia sacudirí­a la fí­sica teórica.

«Hay una fuerte probabilidad de que el bosón de Higgs pueda ser observado», defiende Yves Sacquin, del Instituto francés de Investigación sobre Leyes Fundamentales del Universo (IRFU).

Al margen del Higgs, «estamos convencidos de que existen en el universo varias partí­culas mucho más pesadas de las que conocemos. Es lo que llamamos sin duda la materia negra», explica por su parte Aymar.

«El LHC proporcionará la identificación y la comprensión de esta materia negra», que integra el 23% del universo, mientras que la ordinaria representa un 4% y el resto está constituido de energí­a oscura.

Otro detector, el LHCb, tratará de dilucidar qué pasó con la antimateria, presente en el momento del Big Bang a partes iguales con la materia.

El Alice se interesará por las colisiones de iones de plomo con el fin de recrear en un lapso relámpago la «sopa» primordial de quarks y gluones que formaban la materia durante los primeros microsegundos del universo, antes de la creación de protones.

Cuando entre en funcionamiento el miércoles por la mañana el primer haz de partí­culas, se inyectarán en el acelerador paquetes de 100.000 millones de protones.

Tras el arranque del segundo haz, que girará en el sentido inverso al primero, se provocarán colisiones de energí­a cada vez más elevadas, hasta alcanzar siete veces la potencia del Fermilab estadounidense, hasta ahora el acelerador más potente.

El proyecto, en el que han contribuido paí­ses europeos, Estados Unidos, India, Rusia y Japón, ha tenido un coste de 3.760 millones de euros.

PREGUNTAS


El Gran Colisionador de Hadrones (LHC), que será inaugurado cerca de Ginebra por la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), está llamado a responder a cuatro preguntas determinantes que traen de cabeza desde hace décadas al mundo de la fí­sica de las partí­culas:

– Hallar el bosón de Higgs, una partí­cula inestable calificada de «divina» puesto que muchos investigadores la han estudiado sin haber demostrado su existencia. Lleva el nombre del fí­sico británico Peter Higgs, que la descubrió por deducción en 1964. Confirmar su existencia a través de la experiencia representarí­a la última pieza del rompecabezas llamado «Modelo Estándar», que resume los conocimientos actuales de la fí­sica de las partí­culas.

El bosón de Higgs permitirí­a explicar el origen de la masa y por qué algunas partí­culas están curiosamente desprovistas de ella. En este desafí­o, la CERN rivaliza con el laboratorio estadounidense Fermilab, basado en Chicago, que utiliza el Tevatron, un acelerador que se desactivará progresivamente a partir de 2010. El Fermilab participa también en el experimento del LHC.

– Explorar la supersimetrí­a, un concepto que permite explicar uno de los hallazgos más sorprendentes de los últimos años, esto es, que la materia visible sólo representa el 4% del universo. La materia negra (23%) y la energí­a oscura (74%) se reparten el resto. Una explicación serí­a que la materia negra está compuesta de partí­culas supersimétricas llamadas neutralinos.

– Estudiar el misterio de la materia y la antimateria. Cuando la energí­a se transforma en materia, produce un par de partí­culas así­ como su reflejo, una anti-partí­cula de carga eléctrica opuesta. Cuando una partí­cula y su antipartí­cula colisionan, se aniquilan mutuamente a través de un pequeño estallido de energí­a. La lógica harí­a pensar que la materia y la antimateria existen en el universo a partes iguales, pero la realidad es que la segunda es muy inhabitual.

– Recrear las condiciones que prevalecieron en el universo en las milésimas de segundo que sucedieron inmediatamente al Big Bang. La materia existí­a entonces bajo la forma de una especie de sopa densa y caliente llamada plasma quarks-gluones. Al enfriarse, los quarks se aglutinaron en protones y neutrones y en otras partí­culas compuestas. Colisionándolos, el LCH hará pedazos iones pesados que generarán brevemente temperaturas 100.000 veces más elevadas que la que se registra en el centro del sol. Estas colisiones liberarán entonces los quarks. Los investigadores podrán por lo tanto observar cómo éstos forman la materia.