La entrevista publicada ayer por un matutino a Roxana Baldetti aun y cuando no es reveladora, confirma muchas de las sospechas que pululan campantes por las calles del país. Esto es, la aceptación libre y sin aspaviento de la corrupción que cual jinete apocalíptico recorre nuestra empobrecida nación. Lo terrible, quizá, siendo exagerado, es el reconocimiento sereno de la segunda persona que capitanea el barco gubernamental.
Horroroso porque implica casi la capitulación de un proyecto en el que se comprometió su gobierno en plena campaña política. Ofrecieron mano dura contra los abusadores, timadores y aprovechados, pero lejos de plantear soluciones ya empiezan a disculparse. Es muy poco tiempo lo que tenemos de gobernar, afirma, y los resultados no pueden ser inmediatos. Discurso diametralmente distinto a los políticos cuando ofrecen soluciones inmediatas en tiempos de campaña.
Pero el asombro no termina aquí. No sólo acepta con humildad franciscana que el país ha sido tomado por los cacos, sino que reconoce que quienes saquean el Estado no son de su equipo. ¿Entonces a qué grupo pertenecen? ¿Al de Otto Pérez Molina? ¿Al de Alejandro Sinibaldi? Queda en deuda nuestra hermosa princesa de gobierno al evitar decirnos a qué clica pertenecen los pícaros con los cuales ella de alguna manera cogobierna.
¿Eficiente en el desempeño de su responsabilidad de gobierno? Ni tanto. Cuando se le preguntó sobre los proyectos de combate a la desnutrición y el hambre, se disculpó al decir que no puede tampoco solucionar los problemas de forma inmediata porque no tiene la varita mágica. Ya sabemos que aunque sea una reina no tiene la facultad de las muñecas de cuento, pero sí es conveniente recordarle que el tiempo es fugaz y la ineficiencia campea, igual que la corrupción, en su maltrecho gobierno.
O sea, hasta aquí, un gobierno corrupto e ineficiente en la materialización de proyectos. ¿Qué más podemos pedir? Lo ha dicho Roxanita Baldetti, no se puede culpar a la oposición ni a la mala prensa.
Por lo demás, tiene razón cuando confiesa que le cuesta conciliar el sueño. Es evidente que la frustración es ingrata y el corazón no puede reposar cuando la conciencia reconoce la mediocridad.
Lo triste de todo, además de lo dicho, es que según las malas lenguas, la beldad de gobierno aspira ya no a la presidencia, por el momento, (ella reconoce que la Constitución se lo impide), sino a correr por la Municipalidad de Guatemala. Con lo que podemos empezar a preocuparnos y poner nuestras barbas machistas en remojo, (así dice ella que está cundido el país), porque tendremos Roxana para rato.
Y no es que le augure desde esta columna la mala fortuna, de ningún modo, pero sí es un llamado de atención para que combata el flagelo de la corrupción que ella diagnosticó.
Que realice las promesas de campaña y haga algo por el hambre de los pobres a los que le prometió un mejor gobierno. Si la juzgo por lo hecho hasta ahora no abrigaría ninguna esperanza, pero todavía soy un hombre de fe y mi voluntad me obliga a darle una oportunidad más. Ya siento que se avecina mi frustración.