A la memoria de mi amigo Tasso Hadjidodou (1921-2012)


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Ahora Tasso se ha convertido en una fulgurosa estrella en la infinitud del Universo. El haberlo conocido desde que era niña, especialmente por la amistad que compartía con mis señores padres, los insignes escritores don León Aguilera y María del Mar, fue para mí una experiencia muy grata. Cuando conversaba con él lo imaginaba frente al Templo de Artemisa en Éfeso, o leyendo algún libro a las orillas del mar Egeo, o escribiendo en algún lugar de la ciudad de Lieja sus propias historias sobre Tintín y su perrito Milú.

Grecia Aguilera


Compartir con un personaje como él fue muy agradable e interesante. Su memoria prodigiosa y sus conocimientos extensos hacían que abordara cualquier tema con facilidad y lo explicara sin ninguna dificultad. Recuerdo una de esas tardes sibaritas, cuando compartíamos y degustábamos un buen café con mi querido esposo Carlos-Rafael Pérez Díaz, junto a Tasso. Platicábamos un poco sobre el origen de su nombre “Anastasios” que significa ‘resucitado’ en griego. A mi esposo siempre le llamó la atención que muy pocas personas en Guatemala pronunciaran su apellido correctamente, a lo que Tasso añadió que durante un acto muy importante, en el que hablaron sobre su personalidad, todas las personas que dijeron su apellido lo pronunciaron de diferente forma, lo cual le causaba mucha risa. Mi apellido se escribe Hadjidodou y se pronuncia «adyidodu», nos decía… Cuando conocí a Tasso yo tenía siete años. Mi señora madre, María del Mar, debía asistir a un «té» en el restaurante Brasilia del entonces Hotel Ritz Continental; pasó a recogerme al colegio donde yo estudiaba y como ya era tarde no le quedaba tiempo para llevarme a casa, así que me dijo que tenía que ir con ella a la reunión y que me portara bien. Cuando llegamos al restaurante quise saborear un helado que vi en la ilustración del menú, así que con mucho tino y con toda la educación del caso le dije a mi madre: «quiero un helado como el de la foto», a lo que ella respondió: «el menú que escogieron para la actividad de hoy es lo que van a servir…» Así que con esa respuesta continué pidiendo el helado, y como era de esperarse, mis peticiones fueron ignoradas, por lo que me puse a llorar y luego el llanto se convirtió en un berrinche, ¡yo quería un helado! De repente se acercó a mí un simpático señor que se dirigió a mi madre y le habló con un particular tono de voz y acento extranjero, diciéndole: «¿qué le pasa a la niña? ¿por qué está llorando? ¡y de esa forma!», a lo que mi señora madre respondió: «¡Ay Tacito!, quiere un helado… que espere a que sirvan el menú…» A los pocos minutos de esa breve conversación, se acercó un amable mesero y ¡sorpresa! frente a mí estaba el helado de la fotografía; miré para atrás y allí estaba Tasso saludándome. Al rato se acercó de nuevo y le dijo a María del Mar: «No es bueno que la niña se quede con las ganas de comerse un helado.» Y como por arte de magia desapareció, como en los cuentos de hadas, o como si fuera el Efrit de una lámpara maravillosa. En homenaje a Tasso, escribí el poema titulado “Anastasios”, que figura en la página 54 de mi libro “Esfera sin tiempo”, y manifiesta lo siguiente: “¿Mito o realidad?/ no sé…/ Viajero del tiempo/ sin edad/ eterno infante/ en el jardín de los ángeles/ en el templo enhiesto/ de Éfeso/ desbordado cáliz/ en la tierra de Iximulew./ Testigo de albas y ponientes/ cognición absoluta/ efebo perdurable/ gato antiguo/ de epicúreas tardes/ inventor/ de figurados pensamientos./ Impasible caminante/ de espacios infinitos/ fábula de los días/ peregrino de las horas/ burbuja de ilusión/ en el volumen de la vida./ ¿Mito o realidad?/ no sé…/ Gira el sino/ en giróscopo destino/ en el sueño ensoñado/ de Anastasios el resucitado.”