En teoría, los orígenes del teatro habrían iniciado cuando, en las cavernas, las personas narraban sus aventuras durante las cacerías. Algunos, a fin de motivar una mejor escucha para su historia, le agregaban cierto histrionismo, y se dieron cuenta de que lograban mayor interés por parte del espectador.
Sin embargo, fue hasta el esplendor de la cultura griega clásica, cuando formalmente se crean espacios para que se representen obras teatrales, usualmente tragedias o comedias.
El teatro griego es el que tradicionalmente se utiliza como el modelo clásico. Sin embargo, a medida que transcurren los tiempos, el teatro se ha ido modificando.
Se dice, y con mucha razón, que el teatro es el espejo de la sociedad. Esto es porque el público asiste a un espectáculo dramático y se ve en la obra metido, con todos sus problemas, conflictos y pasiones.
Por tal razón, el teatro ha necesitado modificarse para seguir siendo el espejo de la sociedad. Sólo por mencionar un ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial surge el teatro del absurdo, reflejo del sentir de la población europea: incomprendidos, llenos de contradicciones y con dificultades para la comunicación.
Además, el teatro es el arte más directo, ya que hay un contacto humano directo entre el artista (los actores) y el público.