A Guatemala (fragmento)


Ni gritos de dolor, ni acentos de ira

hallo en mi corazón. Al contemplarte

desfallece mi voz, mi canto expira.


¿Dónde el numen hallar para cantarte

la ardiente inspiración que al despertarte

haga estallar las cuerdas de mi lira?

El estro audaz, la inspiración bendita,

ambiente y luz y espacio necesita

en su noble y febril desasosiego;

necesita en la gran naturaleza

ejemplos de virtud y de grandeza

que arrebatar en su órbita de fuego.

Aquí­ donde se extiende asoladora,

como incendio voraz, la tiraní­a

implacable, feroz, aterradora;

donde cubre a la ardiente fantasí­a,

cual fúnebre sudario, ¡patria mí­a!,

atmósfera letal y abrumadora.

Aquí­ donde cobarde y sin aliento

se oye no más el mí­sero lamento

que alza un pueblo infeliz y envilecido;

donde, en vez del estruendo de la lucha,

solamente se escucha

del infame látigo el crujido.

No es posible cantar: la mente inquieta

de sacudir aquí­ no encuentra modo

la oprobiosa estrechez que la sujeta;

aquí­, encerrado en cí­rculo de lodo,

en vez de inspiración siente el poeta

vergí¼enza de los hombres, y de todo.

No, no es aquí­ donde de luz sediento

de espacio y libertad el pensamiento

pueda ensayar el vuelo soberano;

sólo desde las cumbres de los Andes

se atreve a desplegar sus alas grandes

el altivo cóndor americano.

No es aquí­ donde el alma soñadora

puede saciar la sed que la devora

de santa libertad y de poesí­a;

no es aquí­ donde en estro levantado

puede hablar el poeta acostumbrado

a pensar y sentir con osadí­a.

No es aquí­, ¡vive Dios! el noble anhelo

de levantarse y escalar el cielo

en pro de un astro que esplendente asoma,

el ansia de la gloria sacrosanta

del corazón de un pueblo que se levanta,

y no del fango en que se hundió Sodoma.

¡Ah! ¿y es esto verdad, patria querida?

¿Es verdad que a los pies de quien te abate

te arrastrarás por siempre envilecida?

¿Ya ese tu joven corazón no late,

que dejas ¡ay! sin ira y sin combate

«que te arranquen los déspotas la vida»?

¿Es verdad ¡oh mi patria! que en tu suelo,

americano edén, pénsil de flores,

se haya extinguido todo noble anhelo;

que estás agonizando de dolores,

y no bajan mil rayos de tu cielo

a confundir a siervos y opresores?

Ismael Cerna (Guatemala, 1856-Guatemala, 1901)