A Funes le sale el brillo clandestino


Oscar-Clemente-Marroquin

Uno puede o no estar de acuerdo con quienes empuñaron las armas para hacer trabajo revolucionario pero tiene que admitir que fue gente que se la jugó con entereza. En cambio, aquellos que fueron los infiltrados en el sistema, los que clandestinamente militaban en la guerrilla pero cumplían funciones encubiertas, aprendieron a ser siempre gente con doble agenda, con muchos dobleces en su personalidad y algunos nunca llegaron ni llegarán a ser claros, francos, abiertos y categóricos.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Mauricio Funes hasta desarrolló una actitud y gesto de cura arrepentido que lo hizo jorobarse un poco, tal vez para pasar inadvertido y así cumplir con su labor de zapa desde la oscura postura de la clandestinidad.
 
 Cuando vino a Guatemala para entrevistarse con Pérez Molina y enfrentó a la prensa luego de haber conocido la propuesta de la despenalización de la droga, dijo que era un tema para discutir con el Congreso de su país porque ello no competía al Ejecutivo. El vuelo de Guatemala a San Salvador es breve, pero bastó ese tiempo para que mostrara su tendencia al doblez. Sin duda tras consultar con Estados Unidos, al aterrizar en su país se desdijo echando sapos y culebras contra la propuesta. Desde que Funes fue candidato, cada vez que veía su foto pensaba, tal vez por analogía, en aquella Acta de los Tres Dobleces que fue prolegómeno de la caída de Ubico, y ello porque siempre sentí que como candidato del FMLN era un hombre lleno de dobleces, queriendo aplacar a la derecha y a Estados Unidos, sin romper con su plataforma ideológica.
 
 Ahora, viendo que confiesa la labor de zapa que hizo para torpedear el diálogo con los presidentes centroamericanos sobre el tema de cómo enfrentar la guerra con el narcotráfico, me confirma que es un hombre que sigue pensando que opera en la clandestinidad, como cuando sin dar la cara hacía funciones a favor de la guerrilla usando el tacuche de periodista.
 
 No digamos cuando leo sus explicaciones sobre el pacto que hizo con las pandillas salvadoreñas, las famosas maras 18 y Salvatrucha, a cuyos líderes en prisión trasladó a cárceles más blandas y cómodas a cambio de que bajen el ritmo de la violencia. Y hombre falto de entereza y carácter para decir que sí, que negoció con los pandilleros para salvar vidas, dice que él no tuvo nada que ver, que fue la Iglesia Católica la que llevó a cabo negociaciones con los mareros.
 
 No hay peor actitud de un gobernante que esa de andar como la Chimoltrufia, es decir, diciendo que como dice que sí dice que no, porque entonces nadie sabe a qué atenerse. Por supuesto que hay cosas en la vida que lo marcan a uno y no es fácil cambiar de disquete cuando cambian las circunstancias. Quien durante años anduvo frotándose las manos en jesuítica actitud para no despertar sospechas de que usaba su condición de periodista para estar al servicio de la guerrilla, no va a cambiar de la noche a la mañana para volverse un dechado de franqueza, de entereza y de claridad.
 
 Y como es tan grande su pecado anterior, tiene que hacer hasta lo imposible por ganarse a los que pueden tener alguna sospecha sobre su actuación. Por ello se convierte en el mandadero de aquellos gringos que fueron los enemigos jurados de un FMLN que tuvo que enfrentarlos en gran número cuando fueron asesores del Ejército salvadoreño, para que no vayan a tener la menor duda de que Funes es de ellos, es leal, y que está comprometido con la orden que dieron de torpedear a toda costa esa incómoda iniciativa de Guatemala para debatir si la guerra contra las drogas funciona o no.