Hemos señalado nuestra postura crítica en cuanto a la petición formulada ante la justicia española para que actúe en el caso de los delitos de lesa humanidad cometidos en el marco del conflicto armado interno de Guatemala, pero eso en ningún sentido significa que estemos abogando por una tesis similar siquiera a la de olvidar el pasado, de borrón y cuenta nueva o de perdón absoluto.
Por el contrario, lo que pregonamos nosotros es la necesidad de que nuestra propia justicia actúe para sentar precedentes en contra de la impunidad que tanto daño nos ha hecho. Es cierto que en los últimos tiempos en el mundo entero se observa una tendencia a reducir los márgenes de impunidad y que con el transcurso del tiempo se empieza a notar una más enérgica actuación del aparato de justicia para deducir la responsabilidad a los que incurren en graves delitos. Lo que nosotros pensamos es que la justicia tiene que ser administrada con eficiencia por cada uno de los Estados y que en el caso de Guatemala la sociedad tiene que ejercer una fuerte presión sobre los fiscales para que puedan iniciar bien documentados procesos que permitan el enjuiciamiento de quienes cometieron crímenes.
No somos de la idea de que en el conflicto armado interno una de las partes tiene la exclusiva de las atrocidades porque además de asesinatos, secuestros y extorsiones, también hubo masacres cuya autoría corresponde a la insurgencia. En otras palabras, cuando hablamos de nuestra inclinación hacia la justicia creemos que la misma no puede tener sesgo alguno ni inclinación preferencial para castigar a unos y perdonar a otros sino que, cabalmente por su misma naturaleza, aplicarse por igual a todos los que puedan tener alguna responsabilidad en hechos criminales.
Para que nunca se pueda repetir la barbarie que vivimos durante los años de conflicto, es preciso que se aplique la justicia para que quienes aún muestran tendencias a utilizar la fuerza, aunque ahora sea al servicio del crimen organizado y ya no para la defensa del Estado, entiendan que no podrán quedar impunes y que tarde o temprano el aparato de la justicia hará que les caiga el peso de la ley. Si de manera simplista suponemos que para encarar el futuro adecuadamente hay que olvidar el pasado, estaríamos cometiendo un gravísimo error porque no puede haber perdón sin justicia y, menos aún, sin el reconocimiento de las barbaridades cometidas. Perdonar en otro sentido sería estúpido porque ese olvidar el pasado es condenarnos a sufrirlo nuevamente.
Los responsables de los crímenes de lesa humanidad no pueden quedar impunes porque se ofende seriamente la memoria de las víctimas y, peor aún, se pone en grave riesgo a mucha gente que puede sufrir en el futuro distintas formas de violencia alentadas por esa impunidad. Por eso, el crimen merece castigo y en eso no hay vuelta de hoja.