Los electores portugueses se pronunciaron este domingo a favor de la libertad para que las mujeres puedan decidir la interrupción de un embarazo en las diez primeras semanas, al término de un referéndum marcado por una fuerte abstención.
Más de 59% de los electores se pronunciaron por la despenalización del aborto, que podía costar hasta ahora tres años de cárcel a las mujeres.
La participación fue de 43,60% y no alcanzó el techo de 50% requerido para que el resultado sea obligatorio, pero el primer ministro socialista, José Sócrates, confirmó, como ya lo había anunciado antes, que el Parlamento, donde los socialistas son mayoritarios, modificará la ley actual y ratificará el resultado del domingo.
«La interrupción voluntaria del embarazo hasta las diez semanas, practicada a pedido de la mujer en un establecimiento de salud legalmente autorizada, dejará de ser un crimen», declaró en una conferencia de prensa.
El resultado de este referéndum «no significa la derrota de un campo», agregó, destacando que Portugal adhería «a las buenas prácticas de otros países europeos» para «combatir eficazmente el aborto clandestino».
«La mayoría de portugueses han votado sí (…) Estimo que la voluntad de la mayoría debe ser respetada», declaró por su lado el dirigente del Partido Social Demócrata (centro derecha, oposición), Marques Mendes.
Los sondeos previos al Sócrates anticipaban un triunfo del «sí», pero también una débil participación, lo que podía haber jugado a favor de los adversarios de la despenalización del aborto, tal ya como sucedió en un anterior referéndum sobre el tema, en 1998.
En aquella ocasión, una abstención de 68% permitió la victoria del «No» por una débil mayoría de 50,7%.
En las misas celebradas este domingo, los curas recordaron en sus homilías la doctrina de la Iglesia católica, que en las últimas semanas buscó por todos los medios persuadir a los electores de que voten contra «el crimen abominable» del aborto, en un país donde más del 90% de la población se declara católica.
En la parroquia Sao Joao Brito, en Lisboa, el párroco subrayó «el valor absoluto e inviolable de la vida, desde la concepción hasta la muerte».
«Que nadie falte, que nadie se abstenga de cumplir con su deber cívico», pidió el padre Lorenzo Sebastiao Dias, invitando a los fieles a «seguir el camino del Señor» y no el de los «impíos», sin dar no obstante explícitas consignas de voto, lo cual sería violar la ley electoral.
La ley portuguesa, una de las más restrictivas de la Unión Europea, prevé actualmente penas de hasta tres años de cárcel para las mujeres que procedan a una Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), salvo en caso de violación, peligro para la vida de la madre o malformación del feto.
Durante la campaña, la despenalización del aborto fue objeto de animados debates en la prensa, pero no logró apasionar a la población.
Mientras 12 organizaciones de inspiración católica creadas para la ocasión defendieron el «No», los partidos de izquierda y cinco movimientos de ciudadanos militaron con fuerza por el «Sí».
Estos últimos subrayaron la necesidad de poner fin a «la vergí¼enza nacional de los abortos clandestinos» y su cortejo de «sufrimiento, humillación y de riesgos», sobre todo para las mujeres de origen modesto.
Según la Asociación de Planificación Familiar, 18.000 abortos fueron practicados ilegalmente en 2005 en Portugal y condujeron a 10.000 mujeres a los servicios de emergencia de los hospitales por diversas complicaciones.
El primer ministro socialista, José Sócrates, intervino personalmente a favor de la despenalización del aborto, y anticipó que un triunfo del «sí» hará pasar a Portugal del conservadurismo a «la modernidad y el progreso».