A dos años…


Editorial_LH

Un informe de Gobierno a mitad del período nos tendrá que demostrar que el régimen que preside Otto Pérez Molina se ha encargado de la simple y llana administración de la cosa pública, generalmente orientada a satisfacer los compromisos adquiridos en campaña electoral, pero no los que hizo con el pueblo sino con quienes financiaron su campaña política. Pero un país como Guatemala, con una situación de crisis institucional que se manifiesta en el deterioro de prácticamente todas las instituciones del Estado y las evidentes fallas del Estado mismo, necesitaría un liderazgo comprometido con la articulación de los grandes acuerdos nacionales para romper el modelo de permanente secuestro y explotación con fines aviesos del modelo democrático.


En efecto, Guatemala está necesitando con urgencia un sabio golpe de timón que le cambie el rumbo y a este Gobierno que hoy arranca la segunda mitad de su mandato, se le agotó prácticamente el tiempo para producir la transformación que el país necesita y que tiene valladares tan grandes como que la mayoría de las reformas urgentes tienen que pasar por un Congreso donde es imposible esperar que se puedan producir acuerdos con visión de Estado porque todo lo que se hace y discute es con visión de los intereses de partido, en el mejor de los casos, o intereses personales en la inmensa mayoría de ellos.
 
 Ya hoy, a dos años de que se inaugure el nuevo gobierno, se palpa entre la ciudadanía informada la desesperanza porque nos viene más de lo mismo y, contra todo pronóstico de quienes piensan que estamos tan mal que ya tocamos fondo, con enormes probabilidades de empeorar. Nuestro modelo democrático se agotó porque en vez de propiciar gobiernos que velen por los intereses de la población, lo que tenemos son gobernantes que velan por cumplir con el resarcimiento a quienes les dieron el dinero para hacer campaña y, de paso, aprovechar para que ellos mismos y sus allegados puedan amasar fortuna. Los problemas de salud, educación, combate a la pobreza, desnutrición crónica generalizada, falta de justicia y ausencia de seguridad, para mencionar apenas los más graves, no están en la agenda prioritaria de las autoridades que se ocupan de hacer compras y realizar contrataciones para cobrar comisiones en una malsana alianza con empresarios privados que comparten la visión de rapiña de los políticos.
 
 Los cambios profundos se hacen al empezar un gobierno; no sería imposible dar la sorpresa, pero para ello hace falta una voluntad, por no decir otra cosa, del tamaño de la Catedral.

Minutero:
Se escapa la oportunidad 
de transformar al país 
con actos de calidad 
para cambiar de raíz