A carcajadas


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Esta mañana, como muchas otras, escuchaba a mi pequeña hija carcajearse de forma tan contagiosa, que pensé tontamente, como muchas veces me pasa, ojalá y esa forma de reír fuera viral. Qué maravilloso sería propagar ese sentimiento y que bien caería una epidemia de alegría en estos momentos tan marcados por el desencanto, la rabia y los prejuicios.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com


Pensando en esto, recordé una hojita con un mensaje bastante ridículo que en algún momento de mi infancia-adolescencia, -aun no entiendo por qué- me regaló mi papá, contradiciendo así todas esas conversaciones maravillosas que lo hacen vivir en mí, pese a la distancia que estableció entre nosotros la violencia que existe en este país.

Este mensaje, tonto como dije, parece sin embargo, ser la consigna con las que muchos educan, aconsejan y establecen en sus hijas una “moral” –palabra que no me gusta-, que sólo nos lleva como sociedad a lo citado arriba: el desencanto, la rabia, los prejuicios, la hipocresía, el miedo y la frustración.

Así las cosas, busqué ese texto que a continuación copio esperando no confundirme en el camino e intentar no inducir a mi hija a vivir tan absurdamente.

Mujercita

Sé amable, pero no fácil. Sé digna, pero no orgullosa. Ríe, pero no a carcajadas. Mira, pero con recato. Sé tierna, pero no flexible. Sé alegre, pero no frívola. Conversa, pero con mesura. Sé dulce, pero no empalagues. Ama, pero con cautela. Oye, pero no siempre creas. Sé mujer, pero no muñeca.
Ojalá y todos fuéramos amables y personas fáciles de llevar y lleváramos fácil la vida, cada quien como más le guste. Malaya y pudiéramos hablar de dignidad y sentirnos orgullosos de quienes somos y en dónde estamos. Me encantaría una explosión de carcajadas y de miradas seguras, directas. Amo la ternura y la flexibilidad, aunque sé por dónde va la idea de este texto, creo que es mucho mejor ser flexible en los afectos y no cuando se trata por ejemplo de ceder espacios a mineras, políticos y dinero. Hay que ser alegre y reírse de sí mismo, conversar con quien queramos y cuanto lo deseamos, dulces, empalagosos y lo del recato mejor barajo.

Casi siempre creo, la fe en las personas me hace seguir y ya no sigo porque empiezo a sentir náusea por ese mensaje. Disculpo a mi papá por la ligereza de llevarme un trozo de papel manchado, mientras evoco de nuevo esta mañana, las carcajadas y el desparpajo de mi hija ante lo evidente, lo absurdo y las palabras.