A 10 años del accidente, familiares denuncian degradación de marina


Marineros rusos presentan una ofrenda floral en homenaje al submarino Kursk. FOTO LA HORA: AFP KIRILL KUDRYAVTSEV

Diez años después del naufragio del Kursk, un submarino nuclear que era el orgullo de la marina rusa, los familiares y amigos de los 118 marinos desaparecidos consideran que no se aprendió nada de la catástrofe y denuncian que la flota sigue degradándose.


Unos 150 allegados de los marinos, que perecieron ahogados en el mar de Barents al no poder ser auxiliados tras la explosión de un torpedo a bordo del submarino el 12 de agosto de 2000, se reunieron hoy en San Petersburgo para una ceremonia religiosa en la catedral San Nicolás.

Algunas mujeres, con pañuelos negros sobre su cabeza y claveles rojos entre sus dedos, lloraban al evocar la memoria de los marinos que, según algunos, murieron debido a que el entonces presidente, Vladimir Putin, se negó a aceptar enseguida una ayuda extranjera que los podrí­a haber salvado.

Una década después, el dolor sigue intacto. Y muchos atribuyen este drama a la decadencia de la flota rusa en particular, y de Rusia en general.

Entre los militares presentes, algunos no vacilan en expresar su ira y en denunciar una situación que, según ellos, no hizo más que empeorar.

Roman, oficial en una unidad de submarinistas y que estudió con cinco de las ví­ctimas del Kursk, critica sin rodeos a su jerarquí­a y, por eso, prefiere callar su apellido.

«Las autoridades han hecho todo entonces y hacen todo ahora para ocultar las causas que provocaron las muertes del Kursk», acusa. «En ese entonces, era realmente un desmadre».

Peor aún, considera, no se hizo nada desde entonces para mejorar las cosas. Los oficiales abandonan entonces la flota y sus pobers salarios, y los jóvenes talentos desaparecen.

«Yo sirvo en una unidad de submarinistas. Hace ocho años, éramos 28 oficiales. Hoy dí­a, quedan cuatro», dijo.

Se trata de «un sabotaje», sostiene el oficial. «Hasta me da la impresión de que se trata de un acto voluntario que viene de arriba para destruir al ejército y a la flota», se encoleriza.

En un cementerio del norte de San Petersburgo, donde están inhumadas 38 ví­ctimas del Kursk y donde se hizo una ceremonia, Serguei, otro oficial, coincide con Roman.

«Nada bueno ocurre hoy dí­a», dijo este marino basado en la región de Murmansk, donde se encontraba el puerto de anclaje del Kursk.

El almirante retirado Mijail Motzak, uno de los responsables encargado de la operación de salvamento del submarino, reconoce que las fuerzas armadas no tení­an entonces los medios para socorrer a la tripulación del Kursk.

«Durante los primeros meses que siguieron la caí­da de la Unión Soviética, el sistema de salvamento de la gente en esas condiciones estaba destruido. No estábamos listos para afrontar este tipo de tragedia», señaló, al ser interrogado por la AFP.

El ex almirante admite que diez años después, Rusia seguirí­a tan impotente como entonces si ocurriera otro drama.

«Podemos entregar una ayuda de primera urgencia (…). La reconstitución de los medios de socorro es un objetivo que todaví­a tenemos que alcanzar», sostuvo.