Con Boris Yeltsin, los rusos aprendieron a criticar abiertamente a los políticos pero también a vivir más pobres y vulnerables, situación que Vladimir Putin enfrenta gracias a los petrodólares, en un régimen que se hace cada vez más represivo.
Un día después de la muerte del ex presidente ruso y principal gestor del descalabro de la Unión Soviética, el recuerdo de su régimen es el de una época caótica pero más abierta que la actual.
«Yeltsin destruía más que construir. Destruyó el totalitarismo y el socialismo en Rusia, pero no fue lo bastante creativo para conducirla hacia la economía de mercado», según el analista Evgueni Volk.
Fallecido a los 76 años, Yeltsin fue saludado unánimemente por el mundo occidental como el defensor de una «Rusia democrática», olvidando por el contrario que fue el instigador de la guerra en Chechenia.
Para las grandes potencias, el ex presidente es el que terminó la época soviética, decretando la disolución del todopoderoso Partido Comunista en 1991.
Vladimir Putin, su heredero político, instalado en el Kremlin desde hace siete años, declaró que con Yeltsin nació «una nueva Rusia democrática, un Estado libre y abierto al mundo». Herencia que Putin no consigue mantener.
«Con Putin hay un retorno a los métodos políticos soviéticos, represivos, que habían desaparecido con Yeltsin», indicó Volk.
«En Rusia no es la primera vez que el desarrollo económico viene acompañado de un régimen totalitario, y viceversa, un régimen más liberal en el plano político, trae un empobrecimiento de la población», comentó Alexei Levinson, sociólogo al Centro Levada.
Apenas un año después de llegar al poder, Vladimir Putin terminó con «Kukli», una emisión política satírica símbolo de la libertad de la época Yeltsin.
Después, múltiples enmiendas de la Constitución han sido adoptadas para reforzar el papel del Estado.
Hay partidos de oposición que fueron prohibidos por ser considerados extremistas y las manifestaciones de protesta son reprimidas duramente, a un año de las elecciones presidenciales.
En el plano económico, el Kremlin se muestra también muy diligente para recuperar los activos relacionados con los recursos naturales.
Sin embargo y a pesar de todo, Putin es muy popular en Rusia.
«Los rusos experimentaron una gran humillación cuando cayó el imperio soviético bajo Yeltsin. La población estima que Vladimir Putin le devolvió a Rusia su autoridad internacional», explicó Levinson.
«La posición económica de Rusia también ha sido reforzada con Vladimir Putin. A pesar de ser criticado en Occidente por su manera de mantener el orden o por Chechenia, difícilmente perderá su imagen entre los rusos», estimó.
Por el contrario, Yeltsin dejó en la población un recuerdo no muy glorioso, el de un hombre propenso al alcoholismo, fanfarrón y sobre todo responsable de privatizaciones que sólo favorecieron a un puñado de afortunados, los famosos oligarcas.
«Los rusos no lo quieren porque terminó con un periodo de estabilidad y con la ilusión de igualdad que existía durante la época soviética. Sacó a flote el espíritu de la libertad, pero también el del gangsterismo económico», explicó Volk.