Una guía jurídica, publicada en marzo en Alemania, da consejos a los descendientes de las familias judías a las que los nazis usurparon sus tesoros para ayudarlas a recuperar las obras de arte que han caído en malas manos.
El libro de 528 páginas, titulado «Obras expoliadas por los nazis – Restitución de las obras en el mundo entero» es un manual destinado a los descendientes de las víctimas del Holocausto que deseen enfrentarse a los museos o los coleccionistas para rescatar sus pertenencias.
Presenta 109 casos de querellas interpuestas en distintos países, desde Francia a Estados Unidos, pasando por Australia, de modo que informa sobre la jurisprudencia.
Según Gunnar Schnabel, uno de los coautores, «miles de obras importantes y decenas de miles de lienzos de menor valor deberían retornar a los herederos legítimos».
Además el libro, cuya cubierta muestra la fotografía de una obra de la corriente Biedermeier, «Fiat Justicia» de Carl Spitzweg, aspira a ejercer presión sobre el gobierno alemán, que conserva este cuadro desde finales de la Segunda Guerra Mundial en sus colecciones públicas. Según parece perteneció en su día al judío Léo Bendel, fallecido en el campo de concentración de Buchenwald en 1940.
El ministro federal de Finanzas alemán prometió en febrero restituir el cuadro a los herederos de Bendel.
Una de las intenciones de los autores es incitar a los museos a investigar los orígenes de sus bienes y a reconocer qué obras fueron adquiridas gracias a las campañas de expoliación que concluyeron a principios de los años 40.
El problema es que para muchos museos modestos resulta financieramente imposible encargar investigaciones como la lanzada por el Leopold Museum de Viena para su prestigiosa colección Egon Schiele.
«No habrá de todas formas nunca dinero suficiente para volver a comprar todas las obras robadas por los nazis», afirma el abogado Schnabel, quien acusa a los museos de falta de buena voluntad para pagar, al menos, indemnizaciones modestas.
La historiadora Monika Tatzkow, otra coautora del libro, culpa a los museos de jugar con el factor tiempo.
«El recuerdo de una obra perdida se atenuará en el seno de la familia. Los hijos se acordarán, pero una vez muertos, la restitución se hará más difícil», asegura.
El debate que rodea las devoluciones de obras usurpadas es complejo y a menudo aparece salpicado por sospechas de especulación financiera, incluso por parte de algunos negociantes judíos.
Además, la desaparición de una obra durante décadas aumenta su precio cuando reaparece.