Avalancha en las urnas


Participación. En algunos lugares de Francia, los electores tuvieron que hacer largas colas.

Los franceses se reconciliaron con la polí­tica en la primera vuelta de los comicios presidenciales del domingo con una avalancha en las urnas que marcó el fin de un largo periodo de apatí­a y cerró la herida de 2002, cuando la alta abstención contribuyó a llevar a la extrema derecha a la segunda ronda.


Ni el más optimista de los analistas habí­a anticipado esta participación histórica, del 83,77%, la segunda más alta para una primera vuelta desde que los franceses votaron por primera vez por sufragio universal directo al presidente de la República, en 1965.

Pero los electores estaban decididos a enterrar para siempre el fantasma de la primera ronda de 2002 cortando, esta vez sí­, el paso al lí­der de la extrema derecha, Jean Marie Le Pen, quien entonces disputó la segunda frente al actual presidente, Jacques Chirac, tras obtener más votos que el socialista Lionel Jospin.

El 21 de abril de 2002, el récord se lo llevó la abstención. Un 28,4% de los votantes, muchos de ellos de izquierda, se quedó en casa y mostró una indiferencia y un descontento inéditos desde la fundación de la V República.

«Estaban inquietos. Los electores no querí­an que volviera a repetirse ese escenario», confió a la AFP Jean Daniel Levi, del instituto de sondeos CSA.

Después de años de desconfianza hacia una clase dirigente que parecí­a haberles olvidado, los franceses decidieron que habí­a llegado la hora de retomar las riendas del juego democrático para dar una nueva oportunidad a los polí­ticos.

Votaron contra Le Pen y contra el resto de extremismos, ya que la izquierda radical también Retrocedió en esta primera vuelta, pero también con esperanza ante la «ruptura» y la bocanada de aire fresco que prometen encarnar los candidatos de los partidos moderados que han gobernado Francia en los últimos 25 años.

«Los franceses quisieron reafirmar sus valores e identidad en las urnas», señaló Levi. Dieron su voto al conservador Nicolas Sarkozy y a la socialista Ségolí¨ne Royal, «dos nuevos candidatos jóvenes, dos nuevos programas», agregó.

Sarkozy y Royal, que disputarán la segunda vuelta el 6 de mayo, lograron inyectar la dosis de ilusión que tanta falta hací­a a sus respectivos electorados.

Al mismo tiempo, macaron distancias con las viejas guardias de sus partidos y prometieron una nueva forma de gobernar más cercana al pueblo que dé respuestas a sus mayores preocupaciones, como el desempleo y la disminución del poder adquisitivo.

Los franceses, arraigados ideológicamente a la alternancia bipartidista, dieron alas a estos dos candidatos quincuagenarios que se presentaban por primera vez a unas elecciones presidenciales.

Ningún candidato de la derecha habí­a recabado tantos votos como Sarkozy (31,18%) en una primera vuelta desde Válery Giscard d’Estaing en 1974, mientras que Royal (25,87%) logró igualar el porcentaje logrado por el socialista Franí§ois Mitterrand en la primera vuelta de 1981.

Prudentemente, Levi advirtió de que este arrebato de democracia no es sinónimo de un «electorado entusiasta» que perdonó y pasó la página del descontento, sino más bien de una Francia responsable que accedió a votar «sin estar del todo de acuerdo con los candidatos».

Para este experto, Royal y Sarkozy deberán multiplicar sus esfuerzos en la recta final de los comicios si no quieren que los votantes del electorado del centrista Franí§ois Bayrou y de Le Pen, tercero y cuarto respectivamente en la primera vuelta, «se queden en casa» el próximo 6 de mayo.

Sin embargo, el lunes en la prensa francesa sólo habí­a lugar para el optimismo. «La Historia recordará esta hermosa jornada de abril» en la que «Francia dio la imagen de un paí­s sereno, ciudadano, que redescubre la polí­tica y muestra su voluntad de reapropiarse de su destino», escribió Jean-Marie Colombani en Le Monde.

«Para todos aquéllos que criticaban desde hace diez años que viví­amos el fin de la polí­tica y el desencanto absoluto, este 22 de abril resuena como un feliz desmentido», señaló por su parte el editorial de Le Figaro.