Las autoridades estadounidenses imponen severos controles a los pasajeros de los aviones tras los atentados del 11 de septiembre y construyen un muro fronterizo para impedir entradas ilegales al país, aunque no cuestionan el fácil acceso a las armas como el que tuvo el autor de la matanza de Virginia.
«Las armas están relativamente disponibles y, por consiguiente, podrían ser utilizadas por terroristas», admitió Harlan Ullman, experto del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS) de Washington, después que un estudiante asesinara el lunes a 32 compañeros en la universidad Virginia Tech.
«Me parece poco probable que lo haga el terrorismo al estilo Al-Qaeda, que trata de lograr una gran explosión», añadió el analista, aunque sin descartar que terroristas adquieran armas para desviar aviones o asustar a la población, como el francotirador que mantuvo alertado a Washington en 2002.
La mayor matanza de la historia en una universidad estadounidense conmovió al país y reabrió el inevitable debate sobre la venta de armas, tras quedar demostrado que el joven Cho Seung-Hui, de 23 años, adquirió legalmente dos pistolas semiautomáticas, pese a diagnosticados problemas psiquiátricos.
No obstante, los políticos estadounidenses, principalmente los candidatos a las elecciones presidenciales de 2008, se mantuvieron al margen del debate sobre la venta de armas en estados como Virginia, ubicado justo al otro lado del Potomac, el río que corre a proximidad de la Casa Blanca y el Congreso.
«Es pertinente la pregunta de cómo (…) la adquisición de tanto poder letal por un individuo tan perturbado puede ser declarado de cualquier manera totalmente legal bajo las leyes de una nación civilizada», se preguntó el New York Times en un editorial.
En declaraciones a USA Today, Bob Beckel, un analista demócrata, dijo «no tener duda de que hay miles de fusiles ilegales en Washington» y se declaró dispuesto a «apostar que la mayoría proviene de la otra orilla del Potomac donde se pueden comprar armas fácilmente».
De hecho, el parlamento de dicho Estado bloqueó el año pasado un proyecto de ley para prohibir a los padres entrar armados en guarderías para niños.
La venta y la presencia de armas por el país contrastan fuertemente con las medidas aplicadas por las autoridades después de los atentados de Nueva York y Washington para los accesos a los aviones, forzando a los pasajeros a descalzarse y renunciar a las botellas de agua adquiridas antes de pasar el control.
El pasado año, los congresistas partidarios de la construcción de un muro en la frontera con México para frenar la inmigración ilegal, justificaron a menudo la medida con el argumento de que cualquier terrorista podía cruzar la frontera sin problemas para perpetrar un atentado en Estados Unidos.
Por ahora, sin embargo, la matanza no abrió ningún debate en el país sobre la posibilidad de que terroristas puedan adquirir armas en suelo norteamericano.
«El problema es que el lobby de las armas es tan fuerte y también la segunda enmienda de la constitución (la que se interpreta que permite la posesión de armas) que no vamos a hacer nada inteligente», se lamentó Ullman.
El experto preconiza la venta de balas que lleven huellas para poder rastrear e identificar al autor de un crimen, al identificar la tienda que vendió las municiones, responsabilizando así al vendedor para que averigí¼e con más cuidado los datos sobre su cliente.
Los defensores de las armas repiten sin cesar su argumento: «Si una sola persona, un profesor o un estudiante, hubiese tenido un arma (en Virginia Tech), se habría detenido al tirador mucho más temprano», declaró el columnista republicano Cal Thomas.
Desde su punto de vista, las armas siguen siendo la mejor defensa.