Identifican los restos de Quevedo


«Â¡Cómo de entre mis manos te resbalas/Oh, cómo te deslizas, edad mí­a/Qué mudos pasos traes, oh, muerte frí­a/pues con callado pie todo lo igualas!», escribí­a Quevedo, uno de los más ilustres escritores del Siglo de Oro, cuyos restos fueron identificados entre más de cien difuntos.


Más de tres siglos después de su muerte en Villanueva de los Infantes, a 220 km al suroeste de Madrid, donde pasó los últimos años de su vida, once investigadores de la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), exhumaron e identificaron los restos de Quevedo, cuyas caracterí­sticas fí­sicas facilitaron los resultados de la investigación.

«La talla (1,60 metros de altura), la cojera (de su pierna derecha) y la edad, permitieron identificar los restos de Quevedo», explicó esta semana en una concurrida rueda de prensa el profesor José Antonio Sánchez Sánchez, director del proyecto que arrancó en mayo de 2006.

En una época en que la esperanza de vida no superaba los 40 años, Francisco de Quevedo y Villegas –nacido el 17 de septiembre de 1580 en Madrid– llegó a los 65 años.

Esta longevidad no sólo permitió que continuara con su prolí­fica obra literaria, sino que tres siglos más tarde, ha sido una «ventaja para la identificación», confesó Sánchez mientras mostraba al auditorio una diapositiva del fémur derecho torcido del escritor.

«Fue un reto apasionante», aseguró el experto antes de explicar los pasos en el proceso de identificación que tuvo lugar en la cripta de Santo Tomás, en la parroquia de San Andrés Apóstol de Villanueva de los Infantes, un pueblo que por aquel entonces también frecuentaban dos ’grandes’ de las letras hispanas como Miguel de Cervantes y Lope de Vega.

Después de localizar la tumba en la cripta, extraer los huesos, cribarlos y limpiarlos, los investigadores –apoyados por técnicos locales– hicieron estudios antropológicos forenses y separaron los restos correspondientes al perfil de Quevedo, explicó Sánchez.

«Efectivamente, son los restos de Quevedo», dijo el responsable, mientras avanzaban las diapositivas que mostraban la puntillosa tarea de medición y limpieza de los más mí­nimos huesitos.

Claro que más de 300 años después, pocos son los restos de Quevedo hallados junto a los «restos de 167 personas como mí­nimo», entre los que habí­a huesos de animales, niños, jóvenes y adultos, precisó Sánchez.

Dos fémures, un húmero, una claví­cula y seis vértebras fueron las piezas encontradas del esqueleto de Quevedo, cuyo cráneo, sin embargo, no estaba entre los restos.

Estudios macroscópicos, morfológicos y radiológicos, confirmaron la identidad de los restos de Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez, fallecido el 8 de septiembre de 1645 en el convento de Santo Domingo de Villanueva de los Infantes, donde deseaba ser enterrado.

Sin embargo, su voluntad no fue respetada y fue inhumado en el mausoleo que la familia Bustos poseí­a en ese templo. Un siglo más tarde fue trasladado a la cripta de la iglesia de San Andrés en circunstancias misteriosas.

«Era una deuda histórica del mundo de la literatura sobre el enigma de dónde estaban los restos de Quevedo, a quien tenemos como infanteño», afirmó exultante ante la prensa Mariano Sabina, alcalde y profesor de Ciencias Naturales en Villanueva de los Infantes, que tiene 6.000 habitantes.

No obstante, a la hora de saber el costo de la investigación, el regidor se negó a revelarlo.

«No ha sido mucho (…) Ha sido insignificante en comparación con el resultado conseguido», se limitó a responder Sabina, quizá sin recordar un célebre poema de Quevedo titulado «Poderoso caballero es Don dinero».