El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, tiene previsto hoy, en su segunda jornada de visita en Irak, subrayar ante los dirigentes del país la necesidad de una reconciliación nacional mientras el plan de seguridad para Bagdad se ve minado por una ola de atentados.
Gates ?que realiza su tercera visita a Irak desde que asumió su cargo, a finales de 2006? se entrevistó con el embajador estadounidense en Bagdad, Ryan Crocker.
Posteriormente tenía también prevista una reunión con el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki.
En cambio, el jefe del Pentágono canceló la visita que tenía prevista por la mañana a una base conjunta de estadounidenses e iraquíes en Bagdad, según un responsable estadounidense que no precisó los motivos de ese cambio de planes.
El jueves, en un encuentro con la prensa que le acompaña en el viaje a Irak, Gates ya urgió a que se den «avances más rápidos» en pos de la pacífica convivencia de las comunidades chiítas y sunitas divididas y advirtió que «el compromiso (estadounidense en Irak) no es para siempre».
El jefe del Pentágono dijo que para ese fin deben aprobarse «lo más rápido posible» leyes sobre la reintegración de responsables del antiguo partido en el poder Baas y sobre los hidrocarburos y el reparto de sus beneficios. «Sé que es muy difícil», añadió en declaraciones realizadas en Faluya.
Esa ciudad es uno de los focos de la insurrección sunita, y allí los estadounidenses se enfrentan con mucha frecuencia a rebeldes ligados a la red terrorista Al Qaeda.
Por otra parte, los responsables de las tropas norteamericanas en Irak anunciaron este viernes la muerte de un infante de marina por el disparo de un cohete contra su base de Mahmudiya, a unos 30 kilómetros al sur de Bagdad.
Ese fallecimiento eleva a 54 las bajas estadounidenses desde comienzos de abril en Irak, y a 3.314 desde la invasión de marzo del 2003, según un balance de la AFP en base a cifras del Pentágono.
Estados Unidos, asimismo, hace frente a las críticas por la ola de violencia que sacude al país, sobre todo tras los últimos atentados en Bagdad, donde el miércoles murieron 190 personas y donde los coches bomba explotan cada día, a pesar del plan especial de seguridad conjunto de estadounidenses e iraquíes.
El jueves, el presidente estadounidense, George W. Bush, negó que los atentados hayan minado su determinación y justificó la misión en Irak por considerar que este país es escenario del enfrentamiento con Al Qaeda e Irán.
Por su parte, el jefe de la mayoría demócrata en el Congreso estadounidense, Harry Reid, estimó que la guerra de Irak está «perdida» y que el envío de refuerzos, decidido en enero, «no lleva a ninguna parte».
Sobre el terreno, las autoridades iraquíes decretaron un toque de queda parcial en Samarra (norte), como consecuencia de los enfrentamientos del jueves por la noche entre insurgentes y fuerzas de las seguridad nacionales, que dejaron dos agentes muertos, según la policía.
Además, en la carretera entre Nayaf y Bagdad, el hijo del poderoso dirigente chiíta Abdel Aziz Hakim salió ileso de un ataque contra su convoy en Latifiya, en el «triángulo de la muerte» sunita, al sur de la capital. Seis miembros de su cortejo resultaron heridos.
El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, urgió hoy en Bagdad al primer ministro de Irak, Nuri Al Maliki, a llevar a buen término el proceso de reconciliación nacional porque las tropas estadounidenses no se quedarán indefinidamente en su país.
«Nuestro compromiso en Irak es a largo plazo, pero no es un compromiso por el cual tengamos que tener a nuestros hombres y mujeres jóvenes patrullando sin fin las calles iraquíes», declaró Gates a un grupo de periodistas tras mantener un encuentro con Al Maliki en la ultraprotegida Zona Verde de Bagdad.