Sudamericanos narran su odisea en naufragio


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Ellos dejaron su paí­s en pos de un futuro mejor: un sueldo de unos 1.500 dólares al mes, propinas y cero gastos de vivienda y alimentación por trabajar en lujosos trasatlánticos cruzando los mares de Europa.

Por MARTIN VILLENA y CARLA SALAZAR LIMA / Agencia AP

Comparado con el sueldo mí­nimo de Perú que es de 675 soles (250 dólares) bien valí­a la pena.

A los 44 tripulantes peruanos — 28 hombres y 16 mujeres —, que se enrolaron para trabajar en la lí­nea de cruceros Costa, les esperaba un destino fatal: uno de ellos murió, y una de ellas desapareció en las aguas del mar Tirreno, al encallar el Costa Concordia.

Además de los 44 tripulantes peruanos, habí­a otros ocho compatriotas, pero que viajaban como pasajeros y que salieron con vida.

Los 42 tripulantes sobrevivientes lo perdieron todo en el barco, y ayudados por el consulado peruano en Italia arribarán entre el miércoles y jueves a Perú.

Asimismo, a Bogotá llegaron el miércoles por la noche en un vuelo de Avianca procedente de Madrid con escala en Caracas los primeros cinco de los 10 tripulantes colombianos del Costa Concordia. Todos sobrevivieron.

Al igual que sus colegas peruanos, los colombianos perdieron todo y sólo llegaron con pasaportes provisionales otorgados por el consulado colombiano y algo de ropa prestada.

En medio de decenas de parientes, curiosos y reporteros, los cinco tripulantes se abrazaron con sus familiares a la salida del aeropuerto internacional El Dorado de Bogotá y no cesaron de sonreí­r y dar gracias a Dios por estar vivos.

No todos esperan que la empresa Costa les contacte y quizá les enrole a trabajar nuevamente.

«Me quedo en Colombia, me quedo en mi casa, me quedo con mi familia porque ya no quiero más», dijo Inés Montaña, de 41 años, y quien trabaja como camarera desde hace 11 años en la empresa italiana a la que ingresó porque uno de sus hermanos fue empleado de la misma empresa y ya se jubiló.

A pesar de que su salario era el equivalente a unos 1.300 dólares al mes, aproximadamente cinco veces el salario mí­nimo mensual vigente en Colombia, y que según contó ha conocido casi todo el mundo, desde el Polo Norte al Polo Sur, pasando por el Mediterráneo y las costas de Norteamérica y Centroamérica, Montaño dice que nada compensa esas horas entre el choque de la nave y abandonar el barco después de evacuar los pasajeros.

«Uno vuelve a vivir, le da gracias a la vida, gracias a Dios de tener esa oportunidad nuevamente», dijo Montaña a periodistas en el aeropuerto. Soltera y sin hijos, Montaña es la séptima de 10 hermanos y ahora dice que quiere pasar sus dí­as con ellos y su madre Carmen, que no cesaba de abrazarla y mirarla en la terminal.

Como el resto de sus colegas colombianos, Montaña dice que no sabe exactamente qué causó el accidente y que nunca antes en sus 11 años vivió algo similar, excepto algún bamboleo de la nave por fuertes oleajes. Sin embargo, «algún error tuvo que haber, algo tuvo que pasar…eso es algo tan grande que así­ no mas, no puede ser» que ocurra, dijo Montaña, quien estaba arreglando camas en uno de los camarotes cuando sintió el primer impacto del choque.

«Ha perdido su laptop, dinero que ganó, su ropa que llevó de aquí­. Ahorita sé que solo está con ropa que la ha dado la Cruz Roja», contó el miércoles a la AP Carmen Burga, madre del tripulante peruano íngel Paredes Burga de 28 años.

El joven profesor de italiano y francés fue reclutado por Costa en octubre pasado, a través de la empresa CRC-Perú que capacita a personas interesadas en laborar en cruceros.

Patricia Betalleluz, gerenta general de CRC-Perú, dijo a la AP que existe una gran demanda en Perú por puestos de trabajo en cruceros, y que el mayor atractivo son los sueldos que van desde 750 dólares hasta 4.000 dólares, en el caso de cargos de nivel gerencial.

Indicó que se presentan como postulantes entre 8.000 y 10.000 peruanos para 1.000 vacantes por año.

A los contratados generalmente se les paga en efectivo en el barco, o si el trabajador lo pide se le hace una transferencia a su cuenta bancaria, dice.

La madre de Angel relata que el dí­a del accidente, su hijo le dijo que sintió el choque del barco contra las rocas y escuchó el ulular de la sirena. De inmediato, él, que se desempeñaba como orientador, y otros tripulantes trataron de tranquilizar a los pasajeros y ayudarlos a abordar los botes salvavidas.

«Los trabajadores y orientadores se quedaron hasta el último (momento). Ya cuando estaban bajando, tratando de ingresar en una lancha para salvarse, él se tiró para no caer al mar, y cayó con todo su peso sobre su brazo» que terminó fracturado, relata Burga.

«Me dijo: ‘creo que estoy en una pelí­cula. La cosa fue tan rápida»’, dice Burga, quien habló con su hijo unas horas después del accidente.

No tuvo la misma suerte Erika Soria, de 25 años, quien trabajaba como camarera en uno de los bares del barco. Ella es uno de los 22 desaparecidos del Costa Concordia.

Sus padres y su hermana mayor han viajado a Italia para pedir que no cese la búsqueda.

Soria, la última de seis hermanos, se licenció en Turismo en la Universidad Andina del Cusco, donde nació. Trabajaba en Costa desde 2009 y viajaba regularmente entre Italia y Perú.

«Era disciplinada mi hermana. Cuando salió de la universidad comenzó a buscar trabajo. Lógicamente acá pagan poco, incluso lo que pagan en Costa es poco, pero en comparación con lo que se gana en Perú, cualquier trabajo así­ es mejor», manifestó a la AP Manuel Soria, abogado de 38 años.

Dijo que Erika ganaba el equivalente a poco más de 1.000 euros al mes y ahorraba todo su dinero.

El dí­a que el Costa Concordia naufragó, Erika y otros tripulantes abordaron un bote después de ayudar a evacuar a los pasajeros, pero la embarcación se volteó y todos cayeron al mar, cuenta su hermana Berzabeth Soria, quien trabaja en Madrid y fue la primera de su familia en viajar a Italia para indagar por el paradero de la joven.

«El bote se ha volteado por el peso de mucha gente. Nadaron para llegar a la orilla, pero ella nunca llegó, porque el barco ya cayó sobre ellos», dijo a la AP Berzabeth, que dijo haber obtenido esa versión de otros tripulantes que estuvieron con Erika.

Contó que la empresa Costa está corriendo con todos los gastos de sus padres y de ella en Italia.

En tanto, Milton y Edelmira Paredes y su hija Diana, pasajeros del Concordia, llegaron a Lima el martes tras salvarse de la tragedia.

«En el momento del impacto hicimos una oración donde pedimos a Dios que nos ayudara, si era su voluntad, pero que nos tratara de unir siempre a los tres juntos, que no nos alejara uno del otro», contó Edelmira Paredes.

«Caí­mos al mar los tres, mi esposo y mi hija de un lado de la baranda y yo del otro lado de la baranda, pero ya en el mar nos tratamos de juntar los tres nuevamente», agregó la mujer que resultó con algunas costillas fracturadas.

MUERTOS
Identifican a peruano


Las autoridades italianas difundieron hoy la identidad de siete ví­ctimas del naufragio del crucero Costa Concordia, incluido un peruano miembro de la tripulación.

En tanto, apareció una nueva cinta de audio del primer contacto entre las autoridades del puerto de Livorno y el buque, en la cual se escucha al capitán Francesco Schettino afirmar que su nave sólo sufrí­a un apagón, 30 minutos después de estrellarse en un arrecife.

Schettino se encuentra bajo arresto domiciliar y podrí­a ser juzgado por homicidio no intencional, causar un naufragio y abandonar su nave.

El Costa Concordia transportaba más de 4.200 pasajeros y tripulantes cuando se estrelló contra las rocas frente a la isla toscana de Giglio después que el capitán se desvió sin autorización de su rumbo. La nave se volcó.

Las cifras confirmadas de ví­ctimas son 11 muertos y 21 desaparecidos.

Las autoridades identificaron a siete de las ví­ctimas como Thomas Alberto Costilla Mendoza, tripulante peruano; Giovanni Masia, pasajero italiano; Francis Servil, Jean-Pierre Micheaud, Jeanne Gannard y Pierre Gregoire pasajeros franceses; y Guillermo Gual, pasajero español.

La conversación grabada entre Schettino y la autoridad portuaria comenzó a las 22.12 del viernes, 30 minutos largos después que el buque se estrelló violentamente contra un arrecife y los pasajeros, presas del pánico, corrieron del comedor a buscar sus chalecos salvavidas.

Grabaciones de las conversaciones de Schettino con oficiales guardacostas después del naufragio revelan que se negó reiteradamente a obedecer las órdenes de regresar a bordo para supervisar la evacuación.

En una nueva grabación difundida el jueves, de la primera comunicación entre la nave y el puerto de Livorno, se escucha a Schettino asegurarle al oficial que estaba verificando las causas del apagón, pero no menciona que se ha estrellado.

El oficial portuario le dice a Schettino que se ha enterado por un pariente de uno de los marineros que «durante la cena todo cayó sobre sus cabezas». Pasajeros en el comedor dijeron que platos y vasos cayeron sobre ellos.

«Estamos verificando la situación a bordo», dice Schettino. Preguntado si se les ha dicho a los pasajeros que se coloquen los chalecos salvavidas, responde, «correcto».

En tanto, los socorristas reanudaron la búsqueda de 21 personas desaparecidas luego que las autoridades les autorizaron ingresar al casco del buque siniestrado.

Las autoridades determinaron que el Costa Concordia, de 450 millones de dólares, se encuentra estable después de desplazarse ligeramente sobre las rocas frente al islote de Giglio.

Se espera mar agitado durante el dí­a, lo que agrega un elemento de incertidumbre a la búsqueda y a los planes de iniciar el bombeo de medio millón de galones de combustible del buque.

Entre los desaparecidos se encuentran una niña italiana de cinco años y su padre. La madre de la menor exhortó a las autoridades a acelerar la búsqueda y a los pasajeros que vieron a la pareja ayuden a determinar dónde fueron vistos padre e hija por última vez.

La empresa propietaria del Costa es Carnival Corp, con sede en Miami.