El debate sobre la reforma tributaria no había sido tan presente y abierto como ha ocurrido en los últimos meses. La discusión sobre las cuestiones relacionadas con los impuestos se inició con mayor fuerza a partir de la precaria situación de las finanzas públicas con las que culmina este gobierno y las irresponsables y poco creíbles declaraciones del presidente Colom al respecto de la necesidad de la misma, cuando él fue uno de los que no asumió su responsabilidad en el momento para negociarla y llevarla a cabo.
Pero el elemento detonante de dicha reforma tributaria se destacó con la manifestación del incremento impresionante de la deuda total, tanto interna como externa, ante la imposibilidad de una reforma tributaria negociada. Hoy estamos conscientes que el nivel de la deuda es preocupante. No se puede seguir argumentando que bajo los criterios internacionales todavía la deuda es manejable, cuando el monto total del pago del servicio de la deuda casi alcanza el presupuesto total del Ministerio de Educación del país.
Si se parte de esta primera afirmación, se podría decir, sin miramientos que ningún país podría tener un costo de oportunidad tan elevado en recursos que es muy cercano al presupuesto asignado en educación y supera el de salud. (Q.8.0 millardos es el monto presupuestado en servicio de la deuda para el 2012). La primera consideración es financiera pero guarda estrecha relación con la ética al dejar de utilizar esos fondos en cuestiones sociales o de seguridad constituye una carga muy alta para la sociedad.
La otra consideración está en el ámbito de las perspectivas de sociedad. Una sociedad con tales desigualdades y expresiones de pobreza, informalidad, marginalidad, exclusión y discriminación como la nuestra, requiere de fondos para implementar transformaciones significativas en la matriz social del país, principalmente en el ámbito rural, en las mujeres y en las poblaciones indígenas. De otra forma, seguiremos cargando una sociedad dual y desigual, una combinación cuestionable en materia social.
La consideración económica pasa por reconocer que el Estado ha sido presa de personas irresponsables en los gobiernos y que nunca han pensado en materia de sociedad o Estado, sino en la coyuntura de los cuatro años, por lo que el Estado, no sólo es débil, vulnerable en sus instituciones y marco jurídico; vulnerable en la entronización de las mafias; poco hábil en la conducción de los destinos de una sociedad; pobre en recursos financieros e ineficiente en cuanto sus resultados salen costosos en términos financieros y onerosos para la población (el transporte, por ejemplo)
En términos de visión estratégica, la reforma tributaria debe verse más allá del cuatrienio y visualizarse en la perspectiva de qué sociedad estamos construyendo o dejando de construir para el futuro. La visión del corto plazo debe romperse, tanto para el gobierno que asume, como las élites económicas, pues continuar sin pretender mejorar el estado de cosas, significa profundizar las diferencias sociales y dispersar aún más la inversión extranjera y privada, con un país sumido en la violencia y la negligencia en sus finanzas públicas.
En el ámbito de la productividad, sin duda la reforma tributaria no es bien vista, pero se deben romper paradigmas anquilosados y sustentados en excusas poco convincentes. La reforma tributaria es estratégica en el largo plazo, aunque en el corto plazo, todos paguemos el costo de la misma, pero estaríamos abonando para la construcción de una sociedad diferente. Seguramente la iniciativa privada estará mejor en el largo plazo, si se sientan las bases para un desarrollo social y ambiental en el presente.
El reto de las finanzas públicas es considerable pero debe enfrentarse con seriedad y disciplina fiscal, principalmente por el lado del gasto. Se debe organizar claramente el monto de la deuda flotante; se deben renegociar los plazos y amortizaciones de la deuda externa; se debe transparentar la gestión de las finanzas públicas y se debe reducir significativamente el uso de compras por excepción y fuera de proceso. Un reto indiscutible para las nuevas autoridades de gobierno y principalmente de su nuevo Ministro de Finanzas Públicas. Buena suerte, Pavel.