Si nos atenemos a Heráclito, el filósofo griego antiguo que ripostó las intuiciones de Parménides, en la vida lo más regular es la irregularidad. Todo es mutable y variable, indicó. Y está bien, la experiencia parece darle la razón. Sin embargo, el periodismo, los medios de comunicación en general, parecen contradecir al filósofo admirado también por Hegel y Marx. Veamos.
En el periodismo, la regularidad parece un principio ontológico invariable. Es decir, nada más predecible que el mundo de la Prensa y las noticias. Si resulta que el Presidente se califica y se pone más de ocho por su, según él, admirable gestión, la Prensa inmediatamente tiene gas para una semana, un mes o varios días. Henos a los periodistas siguiendo la comidilla del día a día. De eso vivimos los que opinamos en los diarios.
Lo mismo sucedió con lo de Mahmud Ahmadinejad, bastó con destacar un día que vendría a la investidura del general Otto Pérez Molina para que tirios y troyanos se alborotaran. La Prensa tiene para ratos y ahí nos tiene opinando, vertiendo nuestros criterios prejuiciosos o iluminados e imparciales, según el cristal y la voluntad de cada uno. Somos especialistas en intoxicar la ecología intelectual y emotiva de nuestros lectores.
El tema de moda ahora, según lo que se pudo observar ayer en diferentes medios, es el prurito calificatorio. Estamos ansiosos por ponerle nota a la gestión de ílvaro Colom. Algunos “profesores†rigurosos, esos que dicen que “la letra con sangre entraâ€, califican al “mandilón de Colomâ€, así le llaman despectivamente, con “menos que ceroâ€, emulando al escritor norteamericano Bret Easton Ellis. Para la ortodoxia política, Colom debe pasar al panteón de los inútiles y despreciables. Ha sido “el peor gobierno de la historiaâ€, sancionan “ex cathedraâ€.
Hay también indulgentes, generosos, que defienden al Presidente saliente como un personaje hito en la historia del país. Quisieran un monumento para el “estadista de los pobresâ€, según ellos. Hay de todo, hasta moderados y desinteresados que o bien tratan de ser justos y buscan luces en medio de las tinieblas, o simplemente les importa un bledo el tema. En esa etapa periodística nos encontramos en estos días, entre tantos por supuesto.
En mi opinión eso de poner una nota al gobernante carece de sentido. Según yo, los políticos son una especie de hienas que cumplen puntualmente el llamado de su naturaleza. La hiena es cobarde y carroñera, se roban entre ellas (practican el cleptoparasitismo) y ocasionalmente cazan por sí mismas, lo suelen hacer más bien en grupo. Wikipedia dice que “con excepción de la muy sociable hiena manchada, son animales gregarios, aunque viven en grupos familiares y se congregan para cazar, una característica típica de las hienas son sus aullidos-ladridos generalmente nocturnos que se parecen a los de una risotada macabra humanaâ€.
Eso son nuestros políticos. ¿Qué sentido tiene ponerles un ocho, un siete o un cinco? Todas roban y se ríen “macabramenteâ€. Claro, hay algunos que ríen más y hasta parecen simpáticos, como Alfonso Portillo, otros son detestables sólo con verlos, como el diabólico ílvaro Arzú, pero todos ellos cumplen el llamado de la naturaleza. Pero, si poner nota nos gusta, no quiero quitarle a ninguno el impulso. Sigamos con el juego que quizá a eso hemos venido a este mundo.