¿Quién investiga los asaltos diarios a camionetas?


GLADYS_MONTERROSO

“Solo los buenos sentimientos pueden unirnos, el interés jamás ha forjado uniones duraderas”. Auguste Comte

Es increí­ble cómo la población de a pie, esa que ocupa un alto porcentaje de nuestro sufrido paí­s, conoce perfectamente cuáles son las rutas donde más asaltos a las camionetas se producen, los lugares, y hasta las horas; no entiendo cómo los dueños del transporte urbano y la Policí­a no han atacado este flagelo, que mantiene los nervios alterados de una gran cantidad de la población, que sufre diariamente la incertidumbre de los asaltos, violaciones y crí­menes cometidos por bandas bien integradas por hombres y mujeres, que mantienen en vilo la vida de la parte trabajadora y obrera del paí­s.

Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

 


Realizando un estudio bastante acucioso, pero informal, les puedo revelar lo siguiente, con anécdotas reales de quienes han vivido, y viven diariamente la incertidumbre de cómo terminará cada dí­a, de si su vida continuará o no.

Las camionetas más asaltadas, y donde han muerto gran cantidad de pasajeros, son las siguientes: la 40, especí­ficamente en la ruta de la Atanasio Tzul y la Terminal; la 40 R (los criminales suben en el Obelisco,  asaltan roban y matan, y se bajan tranquilamente en la Castellana, o donde les indican al chofer);  la 63 (suben en la Reforma, comenten sus fechorí­as y  se bajan en la pasarela); la 101 y la 82 tienen una misma ruta y los criminales siguen los mismos puntos, se suben en  la Reforma y el Estadio, posteriormente se bajan, como cualquier pasajero; la 4 en la  calzada Atanasio Tzul y cuando cruza para dar un rodeo, detrás de la Petapa; la 70, en la calzada San Juan; la 204, entre la primera y la última parada del Periférico;  la 72, entre el Periférico y final del Naranjo.

Si yo, que no soy parte ni he sido de ningún gobierno, tampoco experta en seguridad, he recabado todos esos datos,  me pregunto ¿Por qué la Policí­a no ha puesto un alto al desangramiento diario que vive Juan y Marí­a Pueblo? No se necesita llevar a cabo una investigación de alto nivel para poder identificar los focos de mayor criminalidad que diariamente mantiene aterrorizado al pueblo trabajador de Guatemala. Solamente con los propios reportes de la Policí­a deberí­a ser suficiente, mas parece que estas vidas no importan; un muerto más un muerto menos, ‘son delitos bagatela’, como dirí­a un experto en Derecho Penal, porque no afectan a la sociedad en general; pero, ¿qué es la sociedad, señores? Según el DRAE, frí­amente, es  “Una agrupación natural o pactada de personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de la vida.” Se puede afirmar asimismo que es todo grupo humano que comparte un mismo lugar geográfico, en el cual, las creencias, la cultura, la religión y la historia se comparten de manera común, quienes necesitan quién les  guí­e o gobierne, para formar un Estado. Siendo el gobierno parte del Estado, tiene como una obligación primordial, proteger la vida de las personas y procurar el bien común; pero ¿qué es el bien común? Platón, en La República, concebí­a al bien común como “Un bien que trasciende los bienes particulares ya que la felicidad de la ciudad debe ser superior y hasta cierto punto independiente de la felicidad de los individuos”. Santo Tomás de Aquino describió el Bien Común de la siguiente forma: “Se precisan tres requisitos para que la sociedad viva de manera buena. El primero es que la sociedad viva unida por la paz. El segundo es que la sociedad, unida por el ví­nculo de la paz, sea dirigida a obrar bien; en tercer lugar, se requiere que, por la diligencia del dirigente, haya suficiente cantidad de lo necesario para vivir rectamente”.

Pero en Guatemala no se cumplen estas reglas mí­nimas, redactadas hace siglos; acá, como bien lo escribió Santos Discepolo, “Es lo mismo el que labura noche y dí­a como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que curao está fuera de la ley…” Hoy nos encontramos en esa situación, porque hay miles y miles de guatemaltecos que laboran noche y dí­a, para lograr el sustento diario y de sus familias, y en un momento, por abordar una camioneta para ir a su trabajo, regresar de él, ir a la Usac, o realizar una diligencia,  como ir al médico, realizar su trabajo, o a tribunales, los que se encuentran fuera de la ley les arrebatan la vida en un momento, y cuando bien les va solamente bienes materiales, pero aún así­ seguimos luchando por este paí­s, aún así­ existen esperanzas –aunque cada dí­a más frágiles– de un futuro mejor, y ya no decimos para nuestros hijos. Hemos llegado a tal grado de madurez mental, que pensamos en nuestros nietos, ¡oh, ilusiones, esperanza, o estupidez!, pero así­ somos los guatemaltecos; ilusiones, porque  soñamos que esta caótica situación cambiará de un año a otro, como por arte de magia; esperanza, porque diariamente esperamos que se nos presente como posible lo que tanto deseamos: viajar sin sobresaltos, sentados en una camioneta, hacia nuestro destino; estupidez, porque no queremos comprender que las cosas no van a cambiar de un año a otro, que es trabajo de todos y todas, pero especialmente de quienes hemos designado para que nos provean ese bien común que tanto necesitamos.

Me pregunto, y no me puedo responder, ¿por qué las autoridades no han desmantelado esas redes de ladrones y asesinos que pululan en las camionetas, si hasta mapa y horarios tienen los usuarios? ¿No tenemos el derecho de vivir en paz, o por lo menos de transportarnos con tranquilidad? ¿El quedarnos en Guatemala y no emigrar, no es ya de por sí­ un signo de fe en nosotros mismos? La información está entregada, no sé si me tendré que sentar junto a los usuarios de las  camionetas a esperar resultados, o se logrará un mí­nimo de seguridad. CUANDO INFORMAMOS SOBRE HECHOS DELICTIVOS EVIDENTES, LO MENOS QUE ESPERAMOS SON RESULTADOS.