La decadencia de nuestro sistema polí­tico


walter-leandro-del-cid-ramirez

Si una lección nos ha tenido que dejar el proceso electoral del año pasado es que se hace más que necesario revisar muchos componentes de nuestro sistema polí­tico. Este no se circunscribe con exclusividad a los partidos polí­ticos y el Congreso. El sistema polí­tico conlleva la propia revisión de los conjuntos interactuantes en materia de seguridad, justicia, carga impositiva y calidad de gasto, sin faltar los importantes rubros de educación y salud.

Walter Guillermo del Cid Ramí­rez
wdelcid@yahoo.com

 


La administración que está por concluir no dio un solo paso innovador en materia fiscal, a pesar de contar con instrumentos técnicos elaborados al respecto. De hecho sus opciones de financiamiento más allá de lo que riposten sus gestores fueron las más cómodas y hasta las menos creativas. La visibilidad de nuestras miserias y el combate a la pobreza generalizada, conlleva una pesada carga que arrastraremos los contribuyentes por al menos durante una década. Este sistema polí­tico que predomina nos tiene atados con la ilusoria imagen de encontrarnos en una atmósfera de democracia. Si la tal democracia estuviera presente en algo más allá que acudir a las urnas, probablemente nuestros jóvenes -más de un tercio de ellos- no pensarí­an como única opción para forjar su propio futuro el hecho de salir del paí­s (según encuesta de juventud, dada a conocer ayer y publicada hoy en Siglo21, página 10). Aquí­ las oportunidades están negadas por el espejismo democrático en el que vivimos.

Hoy se habla con mayor insistencia y mucha consistencia de la necesidad de mejorar los medios de financiamiento público. Paralelo a ello el sector productivo ha enfatizado en la necesidad de mejorar la calidad de este gasto público. En adición, pienso, deben hacerse más severas las acciones que tiendan a restringir el enriquecimiento ilí­cito y promover múltiples sanciones en contra de la corrupción. Ese es el cuadro de expectativas enunciado hasta el momento. Si el sistema polí­tico predominante no es revisado y cambiado a profundidad todo lo declarado quedará en simples palabras. Esa lección no debe pasar inadvertida por las futuras autoridades. Como reza una máxima en materia de gestión de procesos: no pueden esperarse resultados diferentes si siempre hacemos lo mismo. Si queremos resultados distintos (y mejores) tenemos que hacer las cosas de manera diferente.

Muchas de las posibilidades reales de una gestión gubernamental exitosa se basan en lo que pueda hacerse (o deje de hacerse) en el foro polí­tico nacional. En el Congreso de la República se asientan los pilares de una gobernabilidad que se afianza o que se fragiliza en extremo. Haber llegado al punto de caer en una aparente operación de mercado que rayó en el chantaje, tal lo expresado en una de sus declaraciones por el gobernante saliente, no puede ser una escenificación que se repita en el próximo perí­odo gubernamental. Lo que nunca se enfatizó en tales apreciaciones es que dicho comportamiento fue promovido por una actitud despectiva hacia lo legislativo y la carencia de ví­as y medios comunicacionales abiertos y tolerantes. La ganancia de los futuros gobernantes, no hay que olvidarlo, es que ambos han pasado por el hemiciclo parlamentario y conocen desde adentro la afluencia de las corrientes en pro o en contra de lo que se desee emprender. De que habrán de necesitar operadores polí­ticos es innegable y en principio no pueden darse el lujo de postergar la presentación de propuestas que tiendan a mejorar todas las debilidades propias de nuestro decadente sistema polí­tico. Como vemos lo fiscal es parte fundamental de ello. No es exclusivo. Si no se abordan de manera más sistémica todos los asuntos públicos alrededor del sistema polí­tico que nos rige, lamentablemente muy poco se podrá cosechar de manera exitosa para satisfacción de la sociedad en todas sus latitudes. Los lineamientos de esas acciones deberán quedar reflejados en esa trascendental disertación de toma de posesión del próximo sábado. Hablar de seguridad, salud, educación, promoción del desarrollo e inclusión social, será importante, pero hacerlo sin ahondar en los cambios que han de promoverse dentro del régimen de legalidad y el propio sistema polí­tico, lo hará posiblemente una bonita pieza retórica, pero nada más.