Gerardo Díaz. Nació en Totonicapán en 1894 y falleció en San Marcos en 1938. Periodista, maestro, y poeta. Considerado como el “Príncipe del Sonetoâ€. En 1921 publicó su libro Lagunas Taciturnas. En 1985 su hijo César Augusto Díaz editó In Memoriam el libro Bajeles Perdidos. Fue un incansable luchador contra la dictadura de Estrada Cabrera. En San Pedro Sac. encontró un apacible lugar al que llamó Entre Ríos. Vivió en dicho lugar hasta su muerte.
Gerardo Díaz nació justamente el año en que fueron estrenadas las obras inmortales El Lago de los Cisnes de Tchaikowski en San Petersburgo y La Verbena de la Paloma, en Madrid, España. Nació con los Juegos Olímpicos. Ese año fue fundado el Comité Olímpico Internacional por el barón Pierre de Coubertain.
Nació cuando ejercía la presidencia José María Reyna Barrios. Su niñez y juventud transcurrieron durante la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, de esa cuenta su espíritu rebelde. Sus últimos años los vivió cuando otro dictador hacía de las suyas: Jorge Ubico.
Falleció el mismo año en que la fábrica DuPont sacaba al mercado un producto, que por estar hecho de nylon, no se le aseguraba ningún éxito: el cepillo de dientes.
Murió muy joven, incluso su muerte fue una cruel jugada del destino. Un funcionario público que después fue Presidente de la República, no le permitió a la familia llorarle en un triste velatorio, pero él ya lo había previsto. De hecho, en un poema a San Pedro había escrito su propia elegía:
Campanitas de San Pedro / Campanitas, musicales / que habéis de tocar a muerto, / la tarde cuando me vaya, / camino del cementerio, / en negro ataúd metido, / rígido ya todo el cuerpo, y sin palabras la boca.
En vida, gustó de la ruralidad de los pueblos. Con encomio David Vela refiere al respecto: “….amaba las primaveras y los otoños en la paz agreste así como la vida lenta y silenciosa de los pueblitos….â€; nuestro San Pedro fue el escogido y Entre Ríos así por él bautizado, su morada, allí nacieron sus hijos y también él encontró la paz eterna.
Gerardo Díaz fue un hombre culto y combativo de la generación de 1910, cuna de uno de los movimientos intelectuales mejor vividos por las letras y el arte y, por supuesto, uno de los mejores representantes del movimiento modernista, y todos en una causa en común: lucha contra la dictadura de Estrada Cabrera. En su entorno fueron sus iguales David Vela, los maestros Carlos Mérida, Yela Gunter y Humberto Garavito, Jesús Castillo, José Santos Chocano, Porfirio Barba-Jacob, Alberto Velásquez, Carlos Wyld Ospina, Osmundo Arriola, la actriz Virginia Fábregas pilar del teatro mexicano, a quien los anales de la farándula citan sus maravillosas interpretaciones en La Dama de las Camelias, ¿Quo Vadis?, Fedora y otras más. Se le honra con un teatro y un premio de la Asociación Nacional de Actores lleva su nombre.
Creo sinceramente que el sentimiento que recoge Bajeles Perdidos sobre la vida y obra de Gerardo Díaz nutre el espíritu con la noble poesía por su sinceridad en un exquisito lenguaje.
Gerardo, el hombre con sus correrías políticas, tratando de esconderse para ser encontrado en aquel Entre Ríos donde las hortensias silvestres tenían su hogar privilegiado.
En cada trazo no deja de sorprendernos la belleza literaria cual si fuese un fino haz de luz que se anida en el corazón pueblerino, dejando oír el murmullo de aquel río que iluminó sus mañanas de alegría, sus tardes de soledad, y sus noches de inspiración. Ese río sempiterno el que fue su consejero en sus sentimientos más profundos.
Que noche, que silencio. Qué estrellada / La altura. Y esta paz, que misteriosa: Esta de ensueño el alma saturada.
Gerardo, aquel buen hombre que le cantó a Totonicapán, a San Pedro, a San Marcos, a Antigua Guatemala… todos ellos sus pueblos elegidos. El que nos llena de pasión por la tierra nuestra y de lo que de ella se glorifica
Bendita sea el agua porque es la sangre fluida / Que nutriendo los gérmenes también nutre la vida
Emocionan sus bellas palabras a Antonio Machado aquel caminante que conocimos en sus eterna y profética frase se hace camino al andar.
Qué sortilegio tiene tu poesía, / (copa que embriaga, ritmo que emociona) / De que reino trajiste la armonía / con que laurel tejiste tu corona
Gerardo, el hombre con la poesía emotiva en el alma, la que es grata encontrarla en cada vuelta de página donde nos lleva de volandas a recorrer, cual si fuese las temporalidades de su vida, la profundidad en sus cantos sagrados, haciéndonos partícipes, de sus poemas galantes, nos invita a conocer su vida interior y en un léxico maravilloso nos ilumina con sus cantos a la tierra.
Su presencia poética nos honra y esa presencia nunca mejor dicha en palabras de Wyld Ospina: aristocrático aliño. Su hijo César Augusto se negó, con toda justicia, a que la losa del olvido cayera sobre la obra de su padre; Ahora es también obligación nuestra.
Hoy, en horas de la mañana escuché el Ave María de Franz Schubert, esto me permitió escribir estas últimas líneas:
Artemisa reciba usted estas sencillas palabras In memoriam de su padre, sus hermanos Carlos Rafael, César Augusto y a Dante Gabriel, donde él se encuentre, el homenaje sincero de Fraternidad Shecana.