FRUSTRADO Y ENVIDIOSO


Porque una hija que vive fuera decidió que con su esposo pasarí­a el fin de año con nosotros, empecé a buscar una casa en la playa para que con mi hijo que vive acá y su familia, pasáramos allí­ desde unos dí­as antes. Para empezar como que el Inguat no ve nada de eso porque no es fácil encontrar información de lo que hay disponible, pero eso no fue lo más importante… cuando al final encontré o recibí­ información, me fui de espaldas con los precios.

Carlos Eggenberger

 


¡Casas mediocres por $2,000 o más por la semana! ¿¿De dónde sale tanta plata?? Total, busqué ofertas en El Salvador y, ¡oh sorpresa!, encontré una lindí­sima casa en la Costa del Sol por muchí­simo menos, y con 6 dormitorios.
Nos pareció tan buena la oferta que a mi hijo y a mí­ nos entró la duda si no serí­a un fraude; pero después de varias revisiones, pues le entramos y, con algunas dudas y con mucho equipaje, agarramos camino. Primero por una buena ruta, creo que hasta el km 43, de una carretera de cuatro carriles, en parte de concreto. Después empezó la carretera de aldea, entre ese km hasta el puente de los Esclavos, donde además de estar súper bachada, pues no fue raro ir detrás de algunos que iban a velocidad de carreta. Después, una buena carretera otra vez, pero… solo por máximo 10 kms. Extraño cómo hacen aquí­ las carreteras. Y otra vez la carretera chueca, rumbo a Valle Nuevo, eso sí­, ahora adornada con unos buenos túmulos que hacen la delicia de los talleres, que supongo son los responsables de quitar los rótulos de aviso que nuestras diligentes autoridades del Ministerio de Comunicaciones, seguro pusieron. Túmulos que son puestos a saber con qué criterios porque surgen en sitios extraños, espaciados a veces a poca distancia, de formas y alturas variables. ¡Ah! ¡Los criterios de ingenierí­a son tan volubles!
Y al fin, llegamos a la frontera con El Salvador donde, para nuestra sorpresa, ahora de nuevo hay que pasar Migración, dizque porque a sus autoridades les han acusado que delincuentes entran como Pedro por su casa en ese paí­s donde ese tipo de personajes, son sumamente raros. Entendible entonces esa precaución. Pero pasado ese medio mal sabor, agarramos camino hacia nuestro destino, distante de San Salvador como en 60 km. Por mi parte estaba seguro que dado a que nuestros vecinos habí­an sufrido Mitch, Stan y cuanto aguacero ha pasado por Guatemala, igual y a veces con más rigor, sus carreteras estarí­an tan malas como las nuestras pero, oh sorpresa, a sus carreteras no les pasó nada o estaban mejor construidas. Tal vez las facultades de ingenierí­a de allá están mucho más avanzadas, en cálculo o en ética, porque las carreteras de los cheros siguen siendo ejemplo de cómo ojalá algún dí­a, puedan ser las de Chapinlandia. Anchas, muchas con ví­as separadas, con áreas laterales donde pueden circular peatones y ciclistas, sin riesgos de ser machucados. Incluso algunas con rótulos que indican que la velocidad máxima es de 90 km por hora, así­ que rápidamente llegamos a San Salvador y un poco menos rápido a nuestro destino, porque hay que desviarse de la autopista; pero eso sí­, siempre por carretera asfaltada, en buen estado.
Como mencioné, alguna duda tení­amos acerca de la casa, aunque resultó muy moderna, cómoda y lo mejor, en un club a la orilla de una playa en la cual uno podí­a meterse 50 metros sin dudar, incluso un chambón para nadar como yo. Y hubo otra grata sorpresa: los precios en el club no se parecí­an a los que uno paga aquí­ en el Puerto de San José en esos dí­as. Ejemplos fueron que por una cerveza se cobraba Q15, un ceviche doble Q80, una cuba libre Q30 y para la fiesta de fin de año, cobraron Q160 por persona sin cena y si uno la querí­a, un bufé costó Q120. Y pusieron no solo un excelente grupo tropical sino a medianoche, las luces fueron muy buenas y suficientes. Total, una experiencia de lo más agradable. Con excepción de Antigua y un poco Pana, no sé qué buscan los cheros aquí­ en Guate.
Por supuesto que las carreteras, la limpieza de las mismas que se me olvidó mencionar, los precios y por supuesto la belleza del mar, las ostras, las pupusas, el clima que estaba de pelí­cula, etc., fueron tema de conversación y de comparación con nuestra querida Guate, quedando un sabor medio agridulce después de esas pláticas, porque como que hemos crecido con la idea de que nuestro paí­s es el más grande de Centroamérica, pero…. como que algunas cosas no están funcionando.
En fin, deseando quedarnos por más dí­as no nos quedó más que agarrar camino de regreso, otra vez rápidamente a lo largo de El Salvador excepto por su paso obligatorio a Migración y entramos, eso sí­ sin trámites, a la tierra natal. Y empezó la frustración al notar la mala calidad de nuestra carretera, la abundante basura y otra vez los sin sentido túmulos. ¿Mencioné que en El Salvador usan conos de tráfico para crear unos pequeños laberintos que obligan a reducir la velocidad? Como que allá creyeron que el uso de túmulos es de aldeanos, porque igual se transita a orilla de poblados, eso sí­, con carreteras donde la gente no tiene que caminar sobre la carretera como nuestros brillantes constructores, obligan aquí­.
Y la hora y media que nos tomó de San Salvador a la Hachadura, su frontera, de este lado nos tomó casi 3 horas porque además de la pobreza de las carreteras, de los túmulos, de no poder rebasar a vehí­culos que transitan a 30 km por hora, se sumó que hubo un choque frente a la entrada a Cuilapa y mientras supongo llegaba el MP, marcaban, tomaban fotos, evidencias, etc., el tiempo transcurrió leeentamente. Aparte que los vivos de siempre no respetaron la cola y se metieron en el carril opuesto, creando caos y por supuesto, ganando unos minutos que les deben haber llenado de orgullo sus pobres y tontos egos.
A todo esto notando mi silencio y supongo mi cara de pocos amigos, mi esposa me argumentó que no valí­a la pena que encima me molestara, que ni modo, habí­a que tener paciencia. Y allí­ fue cuando tuve una iluminación: primero, que este gobierno, el de antes, el de más antes, etc., han  sido de puros chambones y mediocres, aparte que pudiera ser que las carreteras son la gallina de los huevos de oro para embolsarse comisiones, así­ que mejor si no se hacen bien para que cada año, haya que reparar y reparar. ¿Cómo es posible que tengamos tan malas y angostas carreteras, incluso ni siquiera una de cuatro carriles para San Tomás, el principal puerto del paí­s? ¿Cómo puede ser que para nuestro principal vecino no se hayan hecho carreteras que inviten a visitarnos y cómo se permiten esos túmulos tan absurdos? ¿Por qué no se evita el paso de carreteras principales por caserí­os y aldeas y se prohí­be la construcción de viviendas y comercios a orilla de las mismas?
Y después de todo ese sesudo análisis de nuestra mediocridad en carreteras, recordé que algunos de nuestros queridos maestros disfrutan mucho más paseando y obstaculizando las mismas que enseñando, que muchos cuando estudiamos somos enemigos de los maestros exigentes, que hay cola para estudiar magisterio, pero a saber si habrá para carreras técnicas y finalmente llegué a la triste conclusión que, a menos que Otto Pérez tenga las virtudes de Ubico, me moriré frustrado de haber nacido en un paí­s tan bello y tan lleno de recursos, pero desafortunadamente habitado por una mayorí­a de buenos para nada, excepto para buscar cómo saltarse las trancas. Y encima, envidioso de los cheros.