Todo parece ser bombos y platillos en estos días de cambio de gobierno. Existe, por suerte, un ánimo casi consensuado en la mayoría de sectores productivos del país y yo diría que en la población en general por el advenimiento del nuevo Presidente. Mi presagio puede no ser alentador pero se basa en las actitudes y decisiones que he visto tomar al General y su equipo en los días posteriores a su triunfo electoral.
No creo que el gobierno del Partido Patriota nos logre subir a una senda de verdadero cambio porque sus acciones parecen ir muy encaminadas a cambiar la operación y no el diseño, mucho cambio de forma y poco fondo. Claro que será importante contar con funcionarios más probos y dedicados que los de la actual administración, pero eso no pasa de ser un deseo y solo se concretará con hechos y evidencias y no con simples promesas y proyectos. Habrá que ver en el camino si, como dicen, se trata de un equipo honesto y trabajador.
Regresando a los asuntos que a mi parecer cambiarían, como tanto necesitamos, radicalmente nuestro destino, no puedo dejar de preocuparme cada vez que el Presidente Electo toma la palabra para dejarnos ver qué matices tendrá su ejercicio. Como ejemplo se me ocurren muchas acciones, pero es importante mencionar las principales. El ataque frontal y decidido al narcotráfico puede ser el error más grave que cometa el General porque en su afán de parecer fuerte y hacerle honor a la imagen de la mano dura podría arruinar su mayor promesa de campaña, la de la seguridad. Muy probablemente los carteles y sus sicarios reaccionen, como en México, con una fuerte respuesta armada de terror y sangre. La tremenda preocupación por “conseguir los recursos†que le permitan cumplir con tanta promesa clientelar y populista que hizo durante y después de la campaña se traducirá seguramente a la persecución del logro de la mal llamada reforma fiscal que invariablemente se convierte en una receta de aumentos impositivos. Supongo que cuando los montos de deuda actual queden totalmente claros se nos venderá la idea de que no hay forma de salir sin pagar más impuestos y yo y otros tantos quedaremos defraudados. Las políticas de gasto social que implantó el gobierno saliente fueron confirmadas y refrendadas para el siguiente período señalando que el único problema está en su operación y su fiscalización y no en el hecho de gastarse miles de millones quetzales de los contribuyentes mientras un sinfín de prioridades no son atendidas con la calidad y cantidad requeridas. No he escuchado de ningún plan alentador para reducir el déficit o alguna disposición legal que logre hacernos entender que no se puede ni se debe gastar más de lo que ingresa al fisco. Ha prometido también el Presidente apoyo irrestricto a inútiles, peligrosos y tremendamente onerosos organismos como el Parlacen y la CICIG.
Pregunto entonces ¿qué habrá de diferencia? ¿Cómo se puede pronosticar un cambio real si las vísperas nos muestran más de lo mismo? Claro que es alentador que los aporreados guatemaltecos tengamos la esperanza viva y por supuesto que el cambio de gobierno no quiere decir que debemos relajarnos un solo minuto en nuestra eterna labor de cuidar la libertad y protegernos del abuso de los mandatarios; pero siendo realista no veo que los cambios que necesitamos vengan en este gobierno. Con suerte podremos seguir sosteniendo la peña.
Lo que necesitamos, señor Presidente Electo, son líderes y funcionarios que se atrevan pensar distinto, que discutan y cuestionen la despenalización de la droga; las decisiones unilaterales de una apertura comercial real; la redefinición del papel del gobierno ante la sociedad; la evaluación del costo beneficio del Parlacen o la CICIG; el apoyo real del gobierno al sistema de justicia y seguridad; un presupuesto balanceado y por supuesto las propuestas legales necesarias para poder soportar los cambios. Proponga algo distinto que nos saque de este letargo porque los días pasan y los guatemaltecos seguimos clamando por las condiciones que permitan avanzar.