Enero comienza y con él muchas personas a cumplir sus propósitos. Los gimnasios se llenan, muchas aulas universitarias también, aumenta el consumo de cereales altos en fibra y de yogures bajos en grasa. Las librerías están topadas y padres y madres corren de un lado a otro en busca de uniformes, flautas, escuadras y otros accesorios necesarios o no para aprender. Eso ocurre en la ciudad y claro en algunos sectores. En otros lados muchos padres y madres buscan sin mucha esperanza cupo para sus hijos en las escuelas más cercanas, corren por la tarjeta de pulmones y algún otro documento cuya falta dificulta el acceso de sus hijos a un centro de estudios.
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Por supuesto otros padres y otras madres ni siquiera sueñan con esa posibilidad. O bien su situación económica no lo permite, o simplemente la palabra “escuela†es un sonido lejano que aún no llega a la aldea o caserío en donde viven.
Muchas escuelas como siempre y pese a los programas sociales, carecen de pupitres, salones o techos, es más, no poseen ni blocks que sirvan de asiento a los niños y niñas.
Otras no tienen maestros nombrados y desde ya saben que no contarán con alimentos para la hora de la refacción ni tampoco con útiles para las y los alumnos.
Enero se presenta como el inicio de un nuevo ciclo político para el país, quién sabe si bueno o no. Una nueva era marcada por esperanzas, pero también con mucha incredulidad y es que como dice el dicho: “piensa mal y acertarás…â€, ojalá y yo me equivoque.
Enero ha llegado y las noticias son las mismas. Una niña de cuatro años muere por una bala perdida, narcotraficantes huyen, Roberto Barreda sigue sin aparecer, cuetes y canchinflines cobraron más vidas en las fiestas que recién acaban y los buses siguen siendo centro de operaciones de delincuentes.
Enero avanza y en espera del 13 Baktún los operadores de turismo aprovechan para vender el mundo maya como destino vital, antes de que el final llegue.