Cuando conocí al Embajador de Estados Unidos Arnold Chacón, platicamos del futuro papel de Guatemala como miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y el diplomático hizo un comentario que puede parecerse al dicho que uso hoy para titular esta columna. El Embajador dijo que a veces hay que tener cuidado con lo que uno desea, dando a entender que no sería fácil para Guatemala jugar ese papel de grandes ligas que significa formar parte del grupo de quince países miembros de la ONU que tienen que tomar decisiones en el Consejo de Seguridad que es, en honor a la verdad, el órgano verdaderamente decisivo de ese cuerpo multinacional.
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En la Asamblea General de Naciones Unidas cada uno de los 193 miembros tiene el mismo derecho a voto y por lo tanto las resoluciones no llegan a tener la fuerza e impacto que tiene una resolución del Consejo de Seguridad en el que están siempre representadas las grandes potencias. China, Francia, Rusia, Inglaterra y Estados Unidos no sólo están siempre en el Consejo, sino además tienen derecho a veto, es decir, que aunque los otros catorce miembros voten a favor de una resolución, basta con que el voto en contra sea de uno de los miembros permanentes para que, al ejercer su derecho preferente al veto, deje sin efecto lo dispuesto por todo el resto de países.
Eso no les quita importancia a los miembros no permanentes que en este momento son Alemania, Azerbaiyán, Colombia, Guatemala, India, Marruecos, Pakistán, Portugal, Sudáfrica y Togo. La importancia del Consejo de Seguridad es que según la Carta de las Naciones Unidas, cualquier país del mundo está obligado a acatar las resoluciones emitidas. Los otros órganos de la ONU hacen recomendaciones, pero no emiten resoluciones de carácter obligatorio.
Ciertamente no todos los Estados cumplen con las resoluciones del Consejo y lo mismo Irán en el tema nuclear que Israel en el tema de la ruta de la paz, han ignorado resoluciones muy firmes cuyo incumplimiento deja en un brete al Consejo.
Pero el caso es que Guatemala, al asumir la responsabilidad de formar parte de ese selecto grupo de países con funciones específicas en el mantenimiento de la paz mundial, se supone que actúa como un país independiente, no alineado, que tratará de aportar la visión latinoamericana y el conocimiento del derecho internacional para evitar conflictos entre las naciones. Digo textualmente que “se supone†porque no tendría ningún sentido ir a representar ninguna de las diversas posiciones radicales que hay en el mundo para votar por encargo y de manera sistemática a favor o en contra de posturas predeterminadas. Por ello era válida la expresión del Embajador Chacón, porque no será fácil el papel de nuestro país en esa instancia decisiva y nos veremos sometidos a muchas presiones de distintos países que tengan algún tipo de litigio en el Consejo de Seguridad.
Y poco ayuda el cretino criterio de quienes sostienen que debemos ir a jugar el papel de voceros de Israel y de Taiwán, no digamos de los Estados Unidos, en el Consejo de Seguridad. Ciertamente somos un país pequeño, con escasa tradición en política exterior y ninguna costumbre en el manejo de papeles como el que ahora se deberá jugar, pero sugerir que seamos abyectos sirvientes es improcedente.
Se critica al futuro canciller por el tema de la aún difusa visita del Presidente de Irán sin entender que es un tema que no compete al futuro gobierno y que es parte del ceremonial diplomático. Critíquenlo por presumir de su amistad con Sarah Palin y los alicaídos miembros del Tea Party en vez de hablar de contactos con el gobierno de Obama, pero no por una visita que puede o no ser y que, si se diera, no podríamos repudiar de ninguna manera.