Dicen que los mayas están de moda y es cierto. Pero también es “cool†discutir sobre el fin del mundo. El apocalipsis es tema de nuestros tiempos y la humanidad parece perturbada por lo que la teología llama “escatología cristianaâ€. Vivimos, según el sentir de los programas de televisión, en las postrimerías de nuestras vidas. No queda sino vivir al estilo de Kierkegaard: con “temor y temblorâ€.
Pero parece que sentir miedo por el advenimiento siempre misterioso no es novedad, en realidad la humanidad ha experimentado terror por lo desconocido desde sus orígenes mismos. Y ese sentimiento de vacío, “horror vacuiâ€, según la terminología medieval, ha sido el catalizador de la mejor fantasía “pitecantrópicaâ€. Una prueba relativamente reciente la tenemos en la Edad Media, en la que el pavor por el infierno alborotó las neuronas e hizo que se produjera una literatura rica en imaginación y ficción.
Dante, uno de los mejores exponentes de la literatura medieval o quien mejor sintetiza el alma oscurantista, según la mala reputación de la ilustración, retrata el imaginario de la época y nos expone la tesitura siempre temblorosa del hombre angustiado por lo postrero: muerte, juicio, infierno y gloria. El miedo atravesó la cultura medieval y de ella se aprovechó la cristiandad, evangelizando para superar el misterio humano.
Muy ilustrado pudo ser el hombre moderno y muy racionalistas e iluminados los filósofos que decían superar el pasado, pero en el siglo XVI, por ejemplo, un personaje influyó en el carácter no sólo de aquellos días, sino de nuestra época incluida: Nostradamus. El profeta que vio el futuro, vislumbró el porvenir y nos previene de días de angustia y desconsuelo. Seguimos en la tónica del sufrimiento y el dolor por lo que vendrá y desconocemos.
La literatura es siempre puntual en delinear nuestros temores. Más que hombres hechos para la felicidad y la alegría, parece que somos una piltrafa horrorizada por la inmensidad del universo. La conciencia de ser pequeños nos aliena y deshumaniza. La oscuridad no nos cuadra y buscamos un signo que nos permita seguridad. En tal búsqueda nos agotamos y perdemos a lo largo de nuestra vida.
De aquí el éxito de las profecías mayas. Todo está bien aderezado: una rata temblorosa y asustada, una interpretación apocalíptica de textos oscuros. El 2012 se aproxima y el 21 de Diciembre será la fecha del fin. Para qué queremos más. La Edad Media en versión corregida, aumentada y posmodernizada. Hemos llegado al fin y no queda sino cerrar y esperar con los ojos cerrados, bajo la cama, la ira del cosmos.
Con todo, el hombre medieval tuvo una ventaja sobre nosotros: esperaba lo peor encomendándose a una ficción que le daba relativa paz: Dios. Hoy, nosotros, usted y yo, estamos solos. No hay Dios que nos auxilie, ni vírgenes ni santos que hagan milagros, así que el final tendrá un ingrediente que atizará más el sufrimiento humano: la soledad.
Dios nos coja confesados.