El apocalipsis


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Dicen que los mayas están de moda y es cierto.  Pero también es “cool” discutir sobre el fin del mundo.  El apocalipsis es tema de nuestros tiempos y la humanidad parece perturbada por lo que la teologí­a llama “escatologí­a cristiana”.  Vivimos, según el sentir de los programas de televisión, en las postrimerí­as de nuestras vidas.  No queda sino vivir al estilo de Kierkegaard: con “temor y temblor”.

Eduardo Blandón

 


Pero parece que sentir miedo por el advenimiento siempre misterioso no es novedad, en realidad la humanidad ha experimentado terror por lo desconocido desde sus orí­genes mismos.   Y ese sentimiento de vací­o, “horror vacui”, según la terminologí­a medieval, ha sido el catalizador de la mejor fantasí­a “pitecantrópica”.    Una prueba relativamente reciente la tenemos en la Edad Media, en la que el pavor por el infierno alborotó las neuronas e hizo que se produjera una literatura rica en imaginación y ficción.
 
Dante, uno de los mejores exponentes de la literatura medieval o quien mejor sintetiza el alma oscurantista, según la mala reputación de la ilustración, retrata el imaginario de la época y nos expone la tesitura siempre temblorosa del hombre angustiado por lo postrero: muerte, juicio, infierno y gloria.  El miedo atravesó la cultura medieval y de ella se aprovechó la cristiandad, evangelizando para superar el misterio humano.
 
 Muy ilustrado pudo ser el hombre moderno y muy racionalistas e iluminados los filósofos que decí­an superar el pasado, pero en el siglo XVI, por ejemplo, un personaje influyó en el carácter no sólo de aquellos dí­as, sino de nuestra época incluida: Nostradamus.  El profeta que vio el futuro, vislumbró el porvenir y nos previene de dí­as de angustia y desconsuelo.  Seguimos en la tónica del sufrimiento y el dolor por lo que vendrá y desconocemos. 
 
La literatura es siempre puntual en delinear nuestros temores.  Más que hombres hechos para la felicidad y la alegrí­a, parece que somos una piltrafa horrorizada por la inmensidad del universo.  La conciencia de ser pequeños nos aliena y deshumaniza.  La oscuridad no nos cuadra y buscamos un signo que nos permita seguridad.  En tal búsqueda nos agotamos y perdemos a lo largo de nuestra vida.     
 
De aquí­ el éxito de las profecí­as mayas.  Todo está bien aderezado: una rata temblorosa y asustada, una interpretación apocalí­ptica de textos oscuros.  El 2012 se aproxima y el 21 de Diciembre será la fecha del fin.  Para qué queremos más.  La Edad Media en versión corregida, aumentada y posmodernizada.  Hemos llegado al fin y no queda sino cerrar y esperar con los ojos cerrados, bajo la cama, la ira del cosmos.
 
Con todo, el hombre medieval tuvo una ventaja sobre nosotros: esperaba lo peor encomendándose a una ficción que le daba relativa paz: Dios.   Hoy, nosotros, usted y yo, estamos solos.  No hay Dios que nos auxilie, ni ví­rgenes ni santos que hagan milagros, así­ que el final tendrá un ingrediente que atizará más el sufrimiento humano: la soledad. 
 
          Dios nos coja confesados.