Bienvenido 2012


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Como si nada, ya estamos en el 2012.  El tiempo vuela y, como dice la canción, nos estamos poniendo viejos –algunos más que otros–.  Cada año que inauguramos nos hace tomar conciencia de la finitud a la que estamos expuestos y esto nos hace humildes, sabiendo que no somos eternos y que algún dí­a tendremos que parar.  Son dí­as, al menos antes que empiece el “maremágnum” laboral, para reflexionar.

Eduardo Blandón

 


Cada nuevo año no es un “empezar” como dicen algunos.  Creo que la perspectiva es peligrosa porque puede hermanarnos con “Sí­sifo”, en el que cada nuevo ciclo es una especie de castigo al que estamos obligados a pagar, una maldición divina por algún error cometido en nuestra vida.  No es inicio, no es  un “volver de nuevo”, un “eterno retorno”.  Podemos salir de esa imagen.
           
El nuevo año es una especie de renacimiento, un momento idí­lico que nos permite renovarnos.  Hay que verlo como oportunidad, como fase, como don que se recibe para tomar nuevas fuerzas, respirar aire puro y cambiar lo cambiable.  Cada primero de enero es una especie de ficción temporal, momento dentro de la eternidad, para reimaginarnos y construirnos con mejor material.
           
Inventarnos, esa debe ser nuestra tarea en el imaginario del tiempo.  Remodelarnos para darle a nuestra vida nuevos colores.  Hacer de nuestro espí­ritu un espacio decoroso y digno de mostrarlo a los demás.  El tiempo es propicio también para votar paredes, reconstruir, edificar con materiales de lujo y no con cartón ni láminas viejas.  Nos lo merecemos, no podemos aspirar a menos.
           
Un año de bendiciones debe empezar, como se hace con los vehí­culos, no por la ví­a de las reparaciones, sino por la adquisición de una mente nueva.  Hay que dejar al hombre viejo, el de los rencores, envidias y mediocridades, para reacondicionar nuestra vida interna.  Es  el cambio del viejo motor mental a un modelo de primera.  Hay que tirar nuestro disco interno, abollado, rayado y pasado de moda, para presumir una versión reinventada y moderna.
           
Esa nueva actitud, el cambio de piel, nos hará aparecer interesantes y expondrá al mundo entero que, de verdad, algo sucedió el primero de enero.  El espejo ya no trasluce lo antiguo ni me siento como antes, las venas transportan un oxí­geno no contaminado y el producto de mis acciones es, si no original, con un sello propio y genuino.  Ese rehacer está inspirado por un nuevo paradigma: el ser mejor.
           
El principio del resto de nuestra vida.  Es un momento para refundarnos en la audacia, no tener miedo, tener valor y actuar siempre tirando las redes en nombre de Dios.  Considerar que las acciones me ponen en evidencia y traslucen lo que soy.  Es el tiempo en que debo aprender a ser calculador: tales acciones, tales reacciones.  No puedo darme el lujo de ser inconsciente ni arrebatado.  Cada acto es una piedra que construye nuestro edificio y hay que ser buenos arquitectos, talentosos constructores, estetas de la vida personal.
           
Démonos un chance y hagamos del 2012 un hito de nuestra vida.  Todaví­a hay tiempo.