«Es la punta del iceberg…»


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El jueves de la semana pasada observé en Canal Antigua, una muy interesante exposición en el programa «Este Oeste», conducido por Alfred Kalschmidt, en donde estaban como expositores el coronel o general Benjamí­n Godoy, el abogado y militar, Moisés Galindo y el civil (creo), Ricardo Méndez Ruiz, quien últimamente se ha vuelto popular al acusar a varias personas de pertenecer a la guerrilla y ser responsables  de asesinatos, secuestros y destrucción de infraestructuras, lo cual ha sido secundado por otras dos personas que también han presentado sendas denuncias.

Héctor Luna Troccoli

 


Antes de entrar a comentar este foro, nadie podrá negar que tanto el Ejército como la guerrilla, durante los tiempos del conflicto, cometieron numerosas y reiteradas violaciones a los derechos humanos al enfrentarse en una guerra larga, inútil y dolorosa para la nación; sin embargo, he insistido que es necesario restañar las heridas abiertas durante esa tragedia, y no avivarlas, porque ello no conduce a nada bueno, por el contrario, alienta el odio y la confrontación, que es lo que menos necesita Guatemala en estos momentos, en donde nos agobian problemas recurrentes que necesitan de nuestra solidaridad para resolverlos, tales como la lucha contra la violencia, la pobreza, la falta de salud, educación, vivienda y oportunidades que dignifiquen a todos.

Volviendo a lo que pude observar en el programa, comienzo por indicar que los panelistas aparentemente son miembros de una fundación que está contra los actos ilegales cometidos por la guerrilla, ignorando si esa fundación tiene personerí­a jurí­dica reconocida, lo cual no implica que los señores Godoy, Galindo y Méndez no puedan ejercitar las acciones que estimen pertinentes ante los tribunales o el Ministerio Público. El conductor del programa hizo preguntas muy pertinentes sobre lo que llamé la desjudicialización del conflicto armado, al pasar de esa guerra de metralla y fuego, a una guerra en los tribunales.

Lo que me causó sorpresa es que el coronel, o general Godoy fue el más conciliador insistiendo en la necesidad del diálogo entre las dos partes en pugna (militares y guerrilla) y tratar de mantener la unidad de los guatemaltecos por la ví­a de la reconciliación. Su actitud, aunque enérgica fue prudente y sensata. El abogado y militar Galindo por su parte, lanzaba una de cal y una de arena pues si bien, un poco a regañadientes aceptaba en parte la opinión de sus compañeros de armas, también insistí­a en que las acciones del Ejército fueron para mantener la ley, el orden, la seguridad y la defensa de la Constitución, ante la amenaza de la guerrilla y que los responsables debí­an pagar por esos delitos.

Los dos militares trataron de soslayar o esquivar los abusos cometidos por militares, aunque llegaron en algún momento a conceder que en los dos lados hubieron abusos y se provocaron muertes innecesarias remarcando particularmente los casos de los embajadores Jhon Gordon Mein, de Estados Unidos, Karl Von Spreti, de Alemania, del cónsul y finquero Linde y los asesores militares norteamericanos que fueron reconocidos por la guerrilla como de su autorí­a.

Fuera de las exposiciones de los dos militares que obviamente defendí­an la actuación y posición de su institución, lo que me asombró fue lo dicho por Méndez Ruiz, independientemente que sea civil, egresado de la Usac e hijo de militar y que fuera secuestrado por la guerrilla en su juventud, al expresarse de una manera radical y terminante en cuanto a su accionar y el de otras personas en contra de supuestos exintegrantes de la guerrilla, algunos ya fallecidos, pero que como él mismo indicó, su objetivo era la Fiscal General, Claudia Paz y Paz, acusando a su padre (ya fallecido) y a otros parientes, de ser miembros de la insurgencia.

Más adelante dijo que la lucha armada habí­a tenido tres etapas: una que se inició el 13 de noviembre de 1960, cuando, –para los que no lo recuerdan, varios militares jóvenes se levantaron en armas contra el gobierno de Ydí­goras Fuentes, pero al ser derrotados tuvieron que buscar refugio en Honduras, El Salvador y Costa Rica, principalmente, formándose al poco tiempo las Fuerzas Armadas Rebeldes –FAR– que al final se escindieron formándose el movimiento 13 de Noviembre comandado por el teniente Marco Antonio Yon Sosa y las FAR quedaron al mando del también teniente Luis Turcios Lima; la segunda fase surgió prácticamente en l975 –indicó–, (1972 pienso yo), cuando al ser derrotadas o debilitadas las FAR y el M-13, surgieron la ORPA, el EGP y el PGT, hasta llegar a la firma de los Acuerdos de Paz, ayer hace exactamente quince años.

Lo más relevante de lo dicho por Méndez Ruiz es que la tercera fase se inició precisamente con las denuncias planteadas contra supuestos miembros o dirigentes de la guerrilla en el MP. Es decir él considera esta situación como otra parte del conflicto armado. Lo inquietante es que cuando el moderador preguntó si esta lucha podrí­a terminar en poco tiempo, los militares fueron en cierta manera optimistas reiterando la necesidad de dialogar, en tanto Méndez Ruiz fue tajante: «Alfred –dijo– esto es sólo la punta del iceberg, yo pienso que esto no terminará pronto, sino que va para largo…»

Es decir, es evidente que el año próximo, en que asume un nuevo gobierno, tendrá que enfrentar los problemas enormes que le aguardan y la inquietud de la nueva guerra que se inicia en los tribunales, es decir, lo repito, la «desjudicialización» del conflicto armado, lo cual no deja de ser un elemento de intranquilidad para la institucionalidad y gobernabilidad del paí­s porque seguramente seguirán acusaciones de una y otra parte. No me extrañarí­a que después, como revancha, alguien pidiera que se investigue a aquellos grupos clandestinos como la Mano Blanca, la NOA, el CADEG, el ESA y otra más, todas «anticomunistas» e integradas en su mayorí­a por elementos de la judicial, el comando seis, comisionados militares y personas de filiación polí­tica de derecha, que, como ocurre ahora, constituirí­a otra larga lista de nombres de vivos y muertos que se les señaló de pertenecer a esos grupos.

Aparte de lo nocivo que esta nueva guerra es para el paí­s, en el plano estrictamente jurí­dico hay muchas cosas que generan dudas: primero, la responsabilidad penal es personal, por ese se debe individualizar a las personas y mostrar las pruebas de la acusación. Lo segundo, ¿existí­a una cadena de mando en la guerrilla?; en el Ejército, me respondo obviamente que sí­ porque era una institución con leyes, reglamentos y constitucionalmente establecida, pero en el caso de la guerrilla, aunque se conocen quienes fueron sus dirigentes, ¿cómo se probará su participación?, si eran organizaciones que actuaban en la clandestinidad y aunque en ese foro se hablaba de que debí­an de existir documentos sobre planes, órdenes, diarios, etcétera, como ocurre con el Ejército, en la guerrilla yo lo dudo y me imagino que buen cuidado tuvieron de destruirlos, si es que existí­an algunos, para no dejar huellas.

De todas maneras Méndez Ruiz ya anticipó que tendremos una tercera fase de la guerra en donde el MP y los tribunales serán los campos de batalla que ojalá no se trasladen a situaciones peligrosas violentas que reviva los enfrentamientos del pasado…
EL DíA DESPUí‰S. Un dí­a después de celebrarse los 15 años de la firma de la paz y dos después del dí­a de los inocentes, la incertidumbre vuelve a renacer por un conflicto armado que ya causó los destrozos fí­sicos, morales y espirituales que un paí­s puede soportar. El Ministerio Público ya desistió de seguir el proceso contra el general í“scar Mejí­a Ví­ctores y ojalá no haya sido por ceder a estas presiones, sino porque como todos pudimos observar, el exjefe de Estado no está mental, ni fí­sicamente apto para enfrentar un juicio, fuera de que no sé cuánto le pueda quedar de vida. Igual se aplica al general Héctor Mario López Fuentes. Si se les querí­a someter a juicio, se debió hacer hace al menos 10 años y no ahora, cuando son ancianos en el ocaso de su vida. Lo que hayan hecho sólo el Supremo Arquitecto del Universo podrá juzgarlo.