Ni 30, ni 300 ni 3 mil millones


Oscar-Clemente-Marroquin

El presidente Colom dijo que se justifica plenamente la inversión que hace su gobierno en propaganda de última hora porque los medios no reportan lo que realmente pasa y que jamás publican las aclaraciones que enví­an. La verdad sea dicha, para mejorarle la imagen maltrecha a él no alcanzarí­an ni 3 mil millones de quetzales porque quienes opinan bien de este gobierno lo hacen por los programas que manejó su exmujer y los que opinan mal lo hacen porque saben que el pobre Colom no tuvo vela en el entierro y que en este gobierno fue menos que un cero a la izquierda y así­ pasará a la historia.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Hasta con un detergente, en el que se invierta publicidad a manos llenas, la propaganda tiene efecto hasta que la gente prueba el producto y eso constituye el momento decisivo. Si el resultado corresponde con lo que se dice en los anuncios que llamaron la atención, el consumidor seguirá utilizando el producto, pero si cuando lo usan se dan cuenta que es un mamarracho, que no limpia sino que todo lo ensucia y que destruye la ropa o, para aplicarlo al caso, simplemente es absolutamente inútil, nadie volverá a comprarlo y todo lo que se invirtió en las costosas campañas de prensa, radio y televisión será dinero tirado a la basura porque el público no es baboso.

Este es un caso de pura vanidad, de un polí­tico que desde que tomó posesión del cargo tuvo que aparentar que éste era su gobierno y así­ lo proclamó a los cuatro vientos en cuanto papel imprimió el Estado y en cuanta propaganda se hizo a lo largo de los cuatro años. Hasta el chorro más insignificante inaugurado en esta administración era presentado como una obra del “Gobierno de ílvaro Colom”. No era el Gobierno de la República sino el Gobierno de ílvaro Colom, en un esfuerzo evidente por darle alguna seguridad al nominal Presidente porque las funciones ejecutivas, las decisiones que verdaderamente importaban y tuvieron algo que ver con el destino del paí­s, eran tomadas por su compañera de vida que tení­a su propia agenda, su propio proyecto que era muy, pero muy distinto al de su marido.

Y cuando uno escucha el contenido de la campaña que supuestamente está haciendo Colom para despedirse con una mejor imagen, se da cuenta que le volvieron a ver la cara sus asesores, puesto que nuevamente es una campaña que al final exalta a Sandra Torres, porque fue ella la que, con los intereses que todos sabemos, volvió a ver a los pobres impulsando programas sociales que no tení­an la finalidad de combatir la injusticia y la pobreza, sino de ser cimiento de una plataforma polí­tica ejecutada sin pausa ni suspiro para postular la candidatura de quien fue el poder tras un trono vací­o, vacilante e ineficaz que resignó el mando con la misma facilidad con que se hizo a un lado el Vicepresidente desde el mismo dí­a de la toma de posesión cuando en la primera reunión de gabinete, a la que permitieron el ingreso de fotógrafos para dejar la constancia histórica, la figura dominante no fue la del mandatario electo por el pueblo ni la de su segundo de a bordo. Ministros, viceministros, secretarios y directores generales, todos entendieron la señal y, junto a Colom y Espada, se convirtieron en diligentes súbditos para ejecutar al pie de la letra las instrucciones y órdenes que giraba la llamada Primera Dama.

Como Colom realmente no tiene nada de qué presumir ni nada qué publicitar porque la suya ha sido la más patética gestión de la historia del paí­s, vuelve a ensalzar el trabajo de quien fuera su mujer y lo terminó mandando por un tubo porque pudo más la ambición que cualquier otro sentimiento.