Antiguamente era tradición en este día andar agarrando de papo a medio mundo con bromas que caracterizaban el Día de los Inocentes, cuando se conmemora la matanza de recién nacidos ordenada por Herodes luego del Nacimiento de Cristo. Hoy, sin embargo, desde muy temprano he estado pensando en dos niños inocentes que han de estar en un profundo estado de confusión en medio de su corta edad, porque violentamente fueron apartados de su entorno y viven en condiciones de clandestinidad junto a su padre que se fugó de la justicia para no encarar la responsabilidad que se le imputa en la desaparición de su esposa y madre de esos niños.
ocmarroq@lahora.com.gt
Roberto José y María Mercedes Barreda Siekavizza se percataron de la desaparición de su madre y hay indicios de que supieron mucho más, desde el principio, en lo que tiene que haber sido una pesadilla para sus mentes inocentes. Y desde agosto de este año, es decir casi seis meses, perdieron todo contacto con sus abuelos maternos y con la gente que les quiere porque al evadir la acción de la justicia, su padre se los llevó con destino desconocido. Sea donde sea que puedan estar, no cabe la menor duda de lo que tienen que estar sufriendo porque les falta la madre y porque no pueden ver a parientes que tanto les quieren. De hecho, es probable que no puedan ver a ninguno de sus abuelos porque la paterna está en la cárcel y el paterno sentirá que está sometido a cierta vigilancia.
Es inaudito que el padre de estos niños, con su madre en prisión, se mantenga prófugo en vez de dar la cara con entereza para aclarar su situación legal. Es imperdonable lo que le está haciendo a sus hijos porque puede ser un daño irreparable, que les marque para toda la vida y que mientras más se prolongue peores huellas dejará en su mente. No es fácil entender cómo es posible que reciba ayuda de familiares que están haciendo más difícil la vida a Roberto José y a María Mercedes porque todos los que mantienen oculto a ese individuo no lo están protegiendo sino que se están paseando, literalmente hablando, en la vida para siempre de dos pequeños que son, en verdad, unos santos inocentes, tan inocentes como aquellos con los que se ensañó Herodes en los albores de la era cristiana.
Y por supuesto que cuando uno piensa en ese drama, en la absoluta necesidad de ponerle fin al sufrimiento de los dos pequeños, no puede tener ni ánimo, ni ganas, ni mente, para pensar en bromas o inocentadas. Lo único que uno puede sentir es la necesidad de trasladar a los hermanos, cuñados y a cualquier persona relacionada con Roberto Barreda de León, el mensaje sobre el crimen imperdonable que están cometiendo con los dos niños que necesitan el cariño y la seguridad de un entorno diferente al que están sufriendo ahora. Niños que sin duda van a requerir un intenso tratamiento profesional para intentar borrar de su mente ese daño provocado de manera deliberada por quienes han apañado la fuga de Barreda. En esto no es culpable únicamente ese padre desalmado y cobarde, sino que también todos aquellos que de una u otra forma le han facilitado medios para escapar de la acción de la justicia y le proporcionan recursos o le facilitan la oportunidad para mantener en condiciones deplorables, mental y espiritualmente, a los dos niños.
El 24 hablé con Juan Luis Siekavizza para reiterarle mi solidaridad y cariño expresado en constantes oraciones por esos dos niños, pero hoy, pensando en que hay un día que la Iglesia dedica a los más inocentes de los inocentes, la primera figura que se me viene a la mente es la de Roberto José y María Mercedes y me cuesta contener las lágrimas.