En relación a mi artículo de hace quince días sobre la corrupción en el tema de los seguros, el señor Superintendente de Bancos, Víctor Mancilla Castro, mandó senda aclaración al Diario La Hora, el pasado jueves 22 de diciembre, en nota bajo el título “Respuesta de la Superintendencia de Bancosâ€.
En la misma se hace un resumen de los legalismos y formalismos que a juicio del alto funcionario le impiden al organismo aludido entrar de lleno en el tema de regular e impedir que se paguen comisiones bajo la mesa cuando se trata de la cobertura de seguros en el sector público.
Cabe comentar que, estando ahora de nuevo en la delicada coyuntura del tema Bancafe, las formas de respuesta y comportamiento son los mismos de aquellos tiempos, y es que a juicio de buena parte de los reguladores financieros que hemos tenido, ellos tienen “camisas de fuerza†que les impide actuar de una manera amplia en temas como el mejoramiento de la competencia y del buen actuar en general en los ramos ya sea de la banca o de los seguros.
Y es así, que con la prepotencia que les caracteriza, ellos suelen reaccionar ante cualquier crítica, aseverando que posiblemente el columnista o el analista desconozcan los intrincados vericuetos de normas y regulaciones que sólo ellos suelen entender e interpretar, justificando así su inacción.
En mi columna fui claro en concluir que los entes reguladores del sector financiero, entre los que se incluye inicialmente a la Superintendencia de Bancos, tienen el alto deber y responsabilidad de velar no sólo por la solvencia de las entidades que supervisan, sino por la buena marcha del negocio en general, y de su impacto en los contribuyentes del sector público y de los consumidores de servicios del mismo.
He estado varias veces en la Junta Monetaria y me ha tocado alternar con diferentes superintendentes, y recuerdo de boca de mentores míos en este tema, cómo en Guatemala han destacado superintendentes de antaño que impidieron por doquier las corruptelas que normalmente se producen en estos ambientes cargados de avaricia, y prácticas de contabilidad creativa a diestra y siniestra.
En tal sentido, veo con extrañeza cómo un buen grupo de funcionarios actuales, en lugar de aseverar por todos lados que tienen todas las armas para actuar sobre cualquier posibilidad de fraude, sea éste un fraude inocente, o un fraude contundente, como los que se producen día a día en nuestro medio, se hacen para atrás y nos exhiben con lujo de detalles todas las camisas de fuerza legales que a juicio de sus asesores, les impide actuar de manera inmediata y contundente.
En la respuesta que se comenta se asevera, tristemente, algo como lo siguiente: “No existe disposición alguna que erija a la Superintendencia de Bancos en contralora o procuradora de los clientes de las entidades supervisadasâ€. Amolados estamos entonces, pues que yo sepa hasta el presidente Obama en esta actual coyuntura política lanzó su voz precisamente en beneficio de todos los defraudados clientes de la banca norteamericana, cuyos avorazados accionistas les hicieron de chivo los tamales, tema éste que ha arrastrado a la debacle también a la misma banca europea.
Habría entonces que educar a nuestros altos funcionarios a erigirse en personalidades más persuasivas, advirtiendo a diestra y siniestra que sí tienen armas para contener fraudes de cualquier tipo.