Robos, asaltos y violaciones a domicilios


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Son las nueve de la mañana y llega el camión que lleva el agua pura, el proveedor de la leche, el que repara la televisión o un proveedor de servicios. La sorpresa es que en realidad son ladrones que una vez dentro de la casa con violencia y fuerza exigen que se les entregue los bienes que nos ha costado años y trabajo adquirir. Amarran y amordazan con las corbatas, sábanas o lo que encuentren en el lugar. No importa si los habitantes son ancianos, mujeres o niños. ¿Quién de nosotros no ha escuchado o vivido de cerca una de esas historias?

Alfonso Carrillo M.
alfonso.carrillo@meimportaguate.org

 


La semana pasada escuché una que refleja la gravedad del problema actual. Los ladrones asaltaron una casa, amarraron a los que estaban en ella y se llevaron todo lo que tení­a valor.  Una semana después llegó un camión de servicios, tocó el timbre y con uniformes lograron engañar a los residentes, eran ladrones nuevamente. Se llevaron una gran decepción al encontrar que la casa ya estaba vací­a.  Al principio, no lo creí­an, pero después de un rato se convencieron y se fueron.  Qué suerte que no remataron con los que viví­an en la casa.

Los ladrones acechan, vigilan si es una ví­ctima fácil o si hay quien defienda la casa. Durante el asalto, si hay niñas o mujeres que gritan las violarán sin compasión.  Este es uno de los padecimientos que con más frecuencia están sufriendo los hogares guatemaltecos.

“Tengo que cuidar la casa” es una expresión común entre la gente.  Muchos no salen y otros viven aterrorizados que cualquier dí­a los visiten los cacos. Hay quienes empiezan a proponer que se instituyan de nuevo los tribunales de fuero especial. Otros están resignados.  Otros están armándose, mientras que otros sufren.

Mientras toma posesión el nuevo gobierno, los ladrones están aprovechando el gran caos y vací­o de autoridad que deja el gobierno de Colom.

¿Por qué estamos en esta situación?  Primero, la ausencia de castigos efectivos a los criminales. El que roba o asalta usualmente está impune en la calle. A unos pocos los detienen por unas horas o dí­as pero pronto están de regreso. Esto sucede, porque casi ningún juez se preocupa de asegurarse que la ley se aplique de manera implacable contra los responsables de los delitos. Más bien, comúnmente hay ligereza e irresponsabilidad en su aplicación. Segundo, un cuerpo de Policí­a que ha recibido continuos ejemplos de corrupción, con deficiente preparación, organización, herramientas y muy mal pagados. Los pocos policí­as que sí­ hacen su trabajo, generalmente sufren la gran decepción de que la justicia usualmente no hace su trabajo. Tercero, muchos habitantes no denuncian por no creer en el sistema y otros por temor a las represalias. Cuarto, ausencia de solidaridad. En la medida que todos vivimos en nuestros propios mundos y no volteamos a ver el bienestar y seguridad del vecino, estamos solos. 

Defendámonos, organicémonos, pongamos parte de nuestro tiempo al servicio de nuestra comunidad para el bien de nuestras familias y de nuestro paí­s. Sí­ podemos cambiar y enfrentar los problemas. Hay que formar y participar en comités de vecinos y grupos más grandes, hay que alternarse con el tiempo, hay que tener voz para enfrentar el problema y buscar soluciones. Hay que trabajar con el gobierno. Guatemala es nuestra y es trabajo de todos. 

Hoy hay caos y desorden, los ciudadanos hemos permitido gobernantes irresponsables y aprovechados. No nos quejemos, seamos solidarios, no nos dejemos vencer por la delincuencia. Exijamos castigos y seamos consistentes porque debemos ser sujetos de castigos si incumplimos también. Apoyemos una mejor paga a los policí­as y a la vez exijamos que cumplan con su deber. La unión hace la fuerza. Debemos desear y luchar por un sistema que funcione.