í‰l se levanta todos los días poco antes del amanecer porque cree que al que madruga Dios le ayuda, de hecho se levanta antes de acostarse, tiene una sensación de velocidad en su cuerpo que no le permite perder ni un minuto, más bien le excita y le mantiene estimulado de tal manera que se conduce veloz por la carretera de la productividad.
Le deprime y le crea contradicción la sensación de perder el tiempo, piensa que éste se acaba. í‰l está consagrado al trabajo en el largo camino de búsqueda de la felicidad, casi no tiene tiempo para nada, aunque en la realidad tiene tiempo para todo; a pesar de que al final logre agotar todas las tareas y compromisos en su agenda, cuando le sobra tiempo en el día, él prefiere adelantar pendientes; tiene la falsa ilusión que avanzando esas tareas llegará antes a la meta, el problema es que él no tiene claro cuál es la meta? En raras ocasiones él se pregunta para qué es la vida? y cuando lo hace rápidamente encuentra la respuesta, “para trabajarâ€. í‰l padece de estrés, lo cual le ocasiona incomodidades, tensión y le pone en determinado riesgo la salud, sin embargo le parece que es normal porque el trabajo tiene sus costos. í‰l se conduce tan rápido en la vida que apenas percibe el ritmo al que avanza su propia consumación. La velocidad le produce tal vértigo que se convierte en una especie de adicción; cuando él fue joven sus deportes favoritos eran los extremos, aquellos que estaban relacionados con esa sensación que a su vez le disponía a sentir que era inagotable, que era invencible, que era eterno. La realidad es que tanto habitantes como planeta somos inexorablemente finitos. El personaje de este breve relato podemos ser todos, de hecho lo somos en alguna medida en tanto que somos objetos de un sistema que produce, consume, gasta y deshecha en un ritmo inercial que impone una velocidad. Normalmente podríamos ir rápido o despacio sin importar, pero la aceleración es la que impuso el sistema capitalista seduciéndonos a pasarnos a ese carril de alta rapidez para producir y consumir. Aspiramos a tener todos los objetos posibles sin tener plena conciencia de ese acento, porque se piensa que al obtener los mismos tendremos la felicidad pero ésta nunca llega, ni con el carro nuevo, ni con la casa nueva, ni con el televisor, ni con una pareja nueva, nunca hay un punto de llegada o de satisfacción, no hay un reparo en el proceso, no nos detenemos a disfrutar los detalles, se ansía ver el proyecto terminado y no hay placer en las partes o en el transcurso. Carl Honoré elogia la lentitud en su libro del mismo título el cual sintetiza este debate en la consigna según la cual hemos perdido la capacidad de esperar, no podemos ni queremos esperar, conducirnos por el tráfico es una prueba irrefutable de ello. Tenemos una sensación de que el tiempo pasa más rápido y de alguna manera es verdad; la realidad que se impone es en 4G y acelerando, cualquier niño de hoy está cientos de miles de veces más bombardeado de información que una generación anterior, la mayoría de ella con seguridad está orientada para predisponerlos en el carril del consumo. La estimulación es de tal magnitud que produce vértigo, nadie quiere ir lento porque pone en riesgo su propia realización, las drogas de más éxito son las estimulantes, las aceleradoras, ya la cocaína se quedó atrás, hoy son las drogas de artificiales de diseñador. Honoré nos confronta con su propuesta lenta, debatiendo la hiperactividad en la que nos hayamos contenidos en la vida, eso incluye el deporte, la forma como nos alimentamos, el sexo, las relaciones afectivas, el trabajo, todo. La vida es más parecida a la de una persona que quiere leer los libros de su librera, pero decide que antes debe ordenarlos por diferentes códigos, además piensa que se verán más propios en estanterías, se empeña en rediseñar su casa en función de las libreras, luego decide comprar más libros. Al final su vida se consume en la forma y jamás llegará a abrir la primera página. El reto es romper la idea que el tiempo se acaba, que el mismo es una especie de enfermedad, es detenernos para percibir el entorno y no al revés, que sea el sistema el que nos contenga como piezas que aceleran en la competencia del soy lo que produzco y lo que consumo.