La semana entre Navidad y Año Nuevo


GLADYS_MONTERROSO

“La Ley es poderosa, pero más poderosa es la miseria” Johann W. Goethe

Los siete dí­as que separan la Navidad y el Año Nuevo, para muchos son dí­as muertos.

Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

 


Para quienes tienen sus fincas, casas en la Antigua, se van a Miami, o a otro lugar de compras o descanso, es una semana de disfrute y celebración; pero para Juan y Marí­a Pueblo no es así­, deben trabajar todos los dí­as, más aún si prestan un servicio, por ejemplo ¿Las tortilleras, los choferes, los mecánicos, las vendedoras, y otros más pueden tomarse un dí­a de descanso sin que esto implique no llevar el alimento diario? No, señores, existen diferencias sustanciales entre las Guatemalas en que vivimos; en un extremo se encuentra la clase cuyo interés en estos dí­as son las compras y la fiesta, estos naturalmente son los menos, y en el otro extremo se encuentran aquellos que no se pueden ni enfermar, porque dejan de producir, y quienes dependen de ellos viven al dí­a. Este segmento de la población es el mayor, para quienes no existen vacaciones, ni dí­as de asueto, porque la necesidad apremia; pero existe otro segmento más, derivado del segundo, los que no tienen nada, y salen diariamente con el objetivo de encontrar algo que hacer para sobrevivir; si alguien quiere comprobarlo basta con ir frente a la Iglesia de la Parroquia a las 6:00 de la mañana, allí­ se encuentra cantidad de hombres esperando que alguien busque sus servicios.
Se menciona mucho el PIB en macroeconomí­a, y en relación al PIB los impuestos, pero el PIB nuestro es una falsedad, porque al dividir el total de los ingresos entre el total de la población se está construyendo una falacia, ya que al estar concentrada la mayor parte de los ingresos en pocas manos, y la casi nada en muchas manos, distribuir ese gran total al que muy pocos tienen acceso es una gran mentira, por eso cuando mencionan que tenemos una macroeconomí­a sana, no sé si llorar o enojarme, porque la microeconomí­a, que es la que producen los que apenas tienen derecho a dos comidas diarias, compuestas por frijoles, café y tortillas, los que padecen hambre buscando un trabajo mal pagado, pero trabajo al fin, son parte de ese gran total de la población que son tomados en cuenta solamente como una cifra para establecer el PIB.
Pero nuestra realidad dista mucho de lo que los frí­os números aseguran. Somos un paí­s de desigualdades, que en esta semana se evidencian aún más; esta que parece relajada,  cuando las calles están prácticamente vací­as, ¿qué hacen para sobrevivir los que tienen fincada su economí­a de los microservicios, o del trabajo nuestro de cada dí­a? Solo esperar un milagro.

Por eso, cuando todo el mundo celebra la Navidad comercializada, porque entre regalos y estrenos los centros comerciales se llenan de visitantes (aunque no todos compren), la economí­a informal florezca, unos piensen en la fiesta, otros en la comida, y los más en la diversión,  y nadie recuerde el espí­ritu de estas fechas, después de la algarabí­a muchas veces ficticia, posteriormente hay que prepararse para recibir el Año Nuevo, una semana después, pero ¿Qué significa realmente esta semana entre una celebración y otra? ¿Será que al desear feliz Año Nuevo sabemos lo que decimos, o lo decimos por decir? Me parece que no, que repetimos cual loros lo que nos han enseñado, pero que realmente nadie creemos que haya diferencia entre un año y el otro, que muy pocas personas planifican un crecimiento personal con la llegada de otro año, que lo único relevante, es que cambiará el año en los documentos que escribamos, pero que igual todos los lunes, serán lunes, así­ como todos los dí­as primero, serán primero, pero que no existe diferencia en la vida cotidiana, entre un dí­a y el otro, la lucha por sobrevivir (ya no vivir) seguirá, que para el campesino, el obrero, el profesional, y el que no tiene nada,  la noche de Navidad y de Año Nuevo, son dos noches más y los que toman licor se emborracharán, y se volverán a emborrachar si pueden el 31, probablemente se sientan regularmente felices, porque la felicidad no existe, es un momento fugaz en la vida, y después ¿Qué queda?  La nada, el vací­o, si se han creado problemas la goma moral, pero al fin y al cabo ya pasó, y la vida continúa, los pocos que viven cómodamente, seguirán viviendo cómodamente, los mendigos seguirán mendigando, los que buscan empleo, lo seguirán buscando, los que roban, tanto ladronzuelos, asesinos, comerciantes que venden libras de 12 onzas, o funcionarios corruptos lo seguirán haciendo, las prostitutas que no han tenido otra posibilidad en la vida, se seguirán prostituyendo, los niños desnutridos, seguirán desnutridos, o muriendo de hambre, los que trafican personas lo seguirán haciendo, ¿Y qué pasó la semana entre Navidad y Año Nuevo? NADA, nadie o muy contadas personas meditarán sobre el significado real de estas fechas, y menos aún de cómo vivimos todos estos dí­as, de que las diferencias sociales se marcan aún más entre los pocos que tienen demasiado, tanto que morirán sin saber el significado real de la palabra pobreza, ya que esta no se encuentra en su vocabulario, más que como algo muy lejano, esto me trae a la memoria una tira cómica de Quino sobre Mafalda, quien tiene un diálogo con Susanita su amiga de juegos, ambas están sentadas viendo en la televisión imágenes de la guerra, mujeres llorando, bombardeos, mujeres con niños en los brazos desesperadas, niños calaverudos parados detrás de vallas de alambres con púas, termina el programa y Susanita se despereza, y con una gran tranquilidad, le dice a Mafalda: “Por suerte el mundo queda tan, pero tan lejos” y Mafalda abre sus grandes ojos. Me pregunto ¿Cuántas Susanitas y Susanitos en su escaparte de cristal, piensan que nuestro mundo se encuentra tan lejos de ellos? Sin duda son muchos más de los que quisiéramos, por eso en esta semana en que los Susanitos y Susanitas de Guatemala se divierten, pensando que la pobreza, la violencia, y el hambre son una falacia, les digo LA POBREZA,  LA VIOLENCIA Y EL HAMBRE, ESTíN FRENTE A NOSOTROS, ABRAMOS LOS OJOS Y LOS SENTIDOS, PERO MíS QUE NADA NUESTRA MENTE Y CORAZí“N.