Abúlica semana propicia para el buen humor


Eduardo_Villatoro

La semana que se ha iniciado no será muy productiva, en vista de que después de la celebración de la Navidad, con su respectivo desgano posterior, a lo que se agrega que hoy varias instituciones del Estado y algunas empresas privadas no abrieron sus puertas al público por goce de asueto, se asoman tres dí­as de labores que se deslizarán negligentemente, previo a los festejos del Año Nuevo desde el viernes 30, y burócratas y empleados particulares igualmente no pondrán todo su empeño en dedicarse con diligencia a sus actividades, salvo las excepciones de la regla.

Eduardo Villatoro

 


En lo que a mí­ respecta, tampoco estoy en condiciones de enfrentarme con denuedo a mis labores cotidianas, sobre todo porque vinieron a visitarnos dos hijos que residen en el extranjero, de manera que hay que atenderlos merecidamente, después de años de estar ausentes de Guatemala, de suerte que nos iremos a la playa, y de ahí­ que hoy les ruego a mis contados lectores que me excusen por no publicar un artí­culo pomposo, sino que comparto dos anécdotas que recibí­ por correo, para ajuste de penas: En otras palabras, me los fusilé descaradamente, intentando hacerlo sonreí­r, para que usted inicie de buen humor su semana que, supongo, tampoco será muy ajetreada.

El primero se refiere a un criador de gallinas que en un bar se sienta al lado de una mujer. Pide una copa de champaña. Su fortuita compañera sonrí­e y le dice: –¡Qué casualidad, yo también pedí­ lo mismo. El hombre le comenta: –Es que hoy es dí­a muy especial para mí­ y estoy celebrando. La mujer repone: –Para mí­ también es un dí­a muy especial ¡yo también estoy celebrando! Fí­jese que mi marido y yo vení­amos tratando de tener un hijo y hoy mi ginecólogo me dijo que estoy embarazada.

–¡Qué coincidencia! –agrega el tipo– Soy criador de gallinas y durante años mis gallinas no eran fértiles; pero hoy están poniendo huevos fertilizados. –¡Eso es estupendo! –acota su ocasional vecina de bar– ¿Qué hizo para que las gallinas quedaran fértiles? –Use un gallo diferente –responde el hombre. La mujer sonrí­e y exclama: –¡Pero qué coincidencia! ¡Salud!

El otro chascarrillo atañe al caso de otra mujer de mediana edad que lleva un bebé recién nacido al médico. Tendrá unos 35 años de edad y es muy guapa, con curvas que llaman la atención de cualquier hombre. La enfermera los hace pasar al consultorio. El pediatra es un hombre también relativamente joven, que no rebasa los 45, atractivo y muy amable.

El médico se presenta, examina al niño, lo mide y lo pesa, percatándose que está debajo del peso normal. Pregunta si el bebé es alimentado con pacha o con seno materno. –Con pecho –responde la dama. –Por favor, señora –pide el pediatra–, descúbrase los senos.

La mujer obedece y el médico toca, aprieta, palpa, estruja y oprime ambos pechos. Es un examen profesional minucioso, sin ninguna malicia. Luego le indica a la dama que se cubra y le dice: –Con razón el niño pesa poco, señora, usted sencillamente no tiene leche.

–Lo sé –admite la mujer–. Yo soy su abuela, y traje al niño porque mi hija trabaja y apenas tiene 17 años; ¡pero estoy tan contenta de haber venido!