Conócete, acéptate y supérate


Alejandro_Quinteros

Un año está terminando, muchos comentamos que no se sintió, que “el tiempo pasa cada vez más rápido”. Pero todos sabemos que el tiempo es el tiempo y no cambia, lo que cambia son nuestras circunstancias, especialmente para quienes vivimos en una ciudad grande donde el dí­a a dí­a requiere mantener un ritmo acelerado para poder sobrevivir.

Alejandro Quinteros

 


Con tanto qué hacer, largas distancias por recorrer y tanto con lo que hay que quedar bien, vamos a seguir teniendo la sensación de que el tiempo pasa más rápido. Atrás quedó la ciudad en la que todo estaba cerca. Ahora, el traslado de un lugar a otro consume buena parte de nuestro tiempo, una parte muy valiosa que era la que nuestros abuelos aprovechaban para estar con la familia y los amigos, para sentarse a leer un libro o simplemente a pensar.

A lo anterior sumemos que ahora el poco tiempo libre que nos queda no necesariamente lo utilizamos eficientemente. Los medios electrónicos acortan distancias con quienes están lejos, pero también nos alejan de quienes están cerca. El poco tiempo libre que podrí­a servirnos para convivir lo usamos para ver televisión, navegar por internet, jugar juegos electrónicos y buena parte de la poca convivencia que nos queda la hacemos a través de los chats y las redes sociales, no frente a frente y mucho menos con quienes compartimos techo.

Dí­as como estos en los que para muchos el trabajo es menor y se tienen unos dí­as de descanso, son para aprovecharlos no sólo para compartir como lo expresaba la semana anterior, sino también para reflexionar sobre la propia vida. Un cambio en el calendario siempre es buen momento para darse tiempo, evaluar el año que termina y hacer propósitos para el nuevo.

Mi invitación este dí­a es a que el proceso de hacer propósitos para el Año Nuevo no sea superficial, sino más bien siga la fórmula con la que titulo esta columna. “Conócete, acéptate y supérate”, frase que San Agustí­n Obispo de Hipona y uno de los Padres de la Iglesia Católica Romana nos dejó hace más de mil seiscientos años y que ha sido citada en innumerables ocasiones por creyentes y no creyentes debido a su profundidad.

Esta fórmula nos invita a cambiar positivamente en tres pasos de los cuales solemos obviar los primeros dos cuando hacemos nuestros propósitos, queriendo saltar directamente al tercero y de ahí­ que incumplamos nuestros propósitos a los pocos meses o semanas, pues no tienen buen fundamento. Previo a hacer nuestros propósitos es necesario saber quiénes somos, cómo es nuestra personalidad, cuáles son nuestras virtudes y cuáles nuestros defectos. Adentrarnos en conocer nuestros temores e insatisfacciones y sus causas. Todo esto para poder llegar al punto de aceptarnos como somos, sabiendo que siempre podemos ser mejores, pero siendo realistas y sabiendo cuáles son nuestras fortalezas para construir sobre ellas, sobre lo sólido.

Luego de conocerme y aceptarme puedo buscar mi superación haciendo propósitos para lograrlo, propósitos que pueda evaluar y renovar constantemente, en un proceso continuo. Si hoy me supero en alguna área, mañana debo mantenerme en ella y superarme en otra y de igual forma si hoy caigo, mañana debo saber cómo levantarme. Este tiempo es propicio para iniciar el proceso, pero cada dí­a es un nuevo comienzo con sus propios propósitos y su evaluación, porque si no, con eso de que “el tiempo pasa más rápido” llegará el fin del año que aún no ha empezado sin habernos superado.

Le invito a que reflexione e inicie su propio proceso con la gran pregunta entre las preguntas ¿Quién soy?