¿CUíNTO VALE UN VOTO EN GUATEMALA?


Todos dicen que el voto de los guatemaltecos no tiene precio y que no puede comprarse, pero no es cierto. Lo que sucede es que nosotros no le damos valor a un derecho que desde cualquier punto de vista es inmensamente valioso.

Oscar D. Bonilla Aguirre
ganagrosa@gmail.com

 


Podemos analizar éste desde la perspectiva económico-financiera y veremos claramente que el valor es muy alto.

Tomemos en cuenta el monto del Presupuesto General de la Nación, que anualmente está rondando los 60 mil millones de quetzales (Q 60,000,000,000). Si multiplicamos esto por los cuatro años que dura un perí­odo presidencial, podemos concluir, fácilmente, que estamos hablando de alrededor de 240 mil millones de quetzales en las manos de una persona y su grupo de allegados, con lo que hace gobierno.

En primera instancia bastarí­a con imaginar y tener conciencia de lo que este monto, de billetes con denominación de un quetzal, puede significar. Creo que podrí­amos llenar más de un edificio con estos billetes, desde el suelo hasta el techo, de no sé cuántos pisos. La visualización de tal suma, no sólo nos darí­a la conciencia de la cantidad, sino que nos preocuparí­a sobremanera, por la responsabilidad que ponemos en las manos de un extraño.

Asumiendo que de los casi siete millones de guatemaltecos empadronados, tengamos alrededor de 65 por ciento de votos válidos, podemos hablar de cerca de los 4 millones de personas que deciden por aquellos, que no eligen siquiera, a quién los va a gobernar. De esta suerte cada persona que vota bien, estará entregando con este voto, la no despreciable cantidad de 60 mil quetzales, en un cheque firmado en blanco a los responsables del gobierno que se eligió. Personajes que decidirán por todos nosotros si lo invierten, lo gastan o lo dilapidan.

Lo que no me hace ninguna lógica es ver, cómo hay personas en este paí­s, que por defender un celular de Q180 o incluso un machete que no pasa de Q50, están dispuestos a perder la vida por este bien insignificante. Sin embargo, cuando ponemos en manos de nuestras autoridades el recaudo de tal cheque firmado en blanco, cada cuatro años, ni siquiera nos inmutamos. No pedimos garantí­as a nadie, ni referencias personales, ni financieras, ni antecedentes penales o policiacos, ni plan de trabajo con metas: sostenibles, medibles, alcanzables, realizables y con tiempos. Mucho menos los comprometemos a evaluaciones de desempeño. Acaso nos presentan un presupuesto desglosado y con anticipación. ¿Evaluamos la tasa interna de retorno de nuestra inversión? Alguien podrá decir que esto no importa, pues estas millonarias cantidades de dinero vienen del gobierno. Yo me pregunto: ¿de dónde realmente salen? ¿Es un regalo del cielo? Pues vienen de los impuestos y éstos salen directamente de la bolsa y el esfuerzo de todos. Algunos pensarán que solamente los pagan los ricos o las entidades legales y fiscales. Tampoco es correcto, pues los pagamos todos cuando compramos un agua gaseosa, cuando tomamos un autobús, casi hasta cuando respiramos. ¿O no es cierto que el Gobierno efectúa un pago a quienes conservan los bosques que producen el oxí­geno? ¿Acaso no pagamos un alto porcentaje, en impuesto, del combustible que transporta los vegetales y granos que nos alimentan, hasta el agua que se bombea del suelo, y la ambulancia que nos lleva a un hospital o la carroza fúnebre que nos lleva a nuestra última morada? Lo más triste es que quienes más lo pagan son los más pobres que creen no pagarlos, pues las grandes empresas los recuperan total o parcialmente y tienen especialistas en justificar que gran parte de éstos, les sean devueltos.

Hay muchas personas que todaví­a creen en las patrañas que les decí­an expresidentes como Portillo o Vinicio, pues les decí­an lo que querí­an oí­r. Les juraban que defendí­an a los pobres, sin darse cuenta que sí­ fueron los “Presidentes de los pobres”, porque han multiplicado la pobreza en este rico paí­s. Empero, hay todaví­a guatemaltecos que extrañan a estos politicastros, que con su discurso populista, pues siendo cortos de entendimiento todaví­a creemos que las mentiras que nos dijeron eran ciertas y que ellos eran blancas palomitas. Algunos recientemente se han dejado comprar un cheque en blanco por 60 mil quetzales (su voto) por un par de láminas o un bono en efectivo de Q500 por familia, antes de la votación. Otros han recibido una cantidad mensual por llevar a sus hijos a la escuela o una bolsa solidaria con maí­z y frijol picado, pensando que esto viene del gobernante que se la da de su propia bolsa. Qué incautos al dejarse estafar de esta manera, simplemente se endosa el cheque al que más mienta.  Los últimos piensan que si no están de acuerdo,  al anular su voto protestan por algo. Nada más equivocado. Pues al no ejercer el voto y escoger entre los candidatos que nos impone esta partidocracia, dejan que otros elijan. Y que el voto de los demás represente mayor cantidad de efectivo en este cheque en blanco. Por lo menos escojamos al menos peor para que dilapide nuestros impuestos.

El Presidente, este empleado de todos los guatemaltecos; sí­, a esta persona a quien damos nuestra confianza y en quien delegamos nuestro futuro, es a quien estamos agradecidos por estafarnos y mentirnos. ¡Y no pasa nada! Y de paso les delegamos la entrega de la asignación, que por ley les toca a los alcaldes, del 12 por ciento del presupuesto. Para que con este dinero, nuestro presidente y su equipo los plieguen a su antojo y con estos recursos compren sus voluntades polí­ticas. Este dinero debiera ser invertido de la manera más eficiente en los municipios, que es donde más se necesita. Estamos dándoles recursos que son de todos los tributarios. Este monto sobrepasa los 30 mil millones de quetzales (Q30,000,000,000) por perí­odo presidencial, los cuales debieran ser distribuidos de una manera equitativa entre los 334 municipios o mejor aún de forma prioritaria entre los que más lo necesitaran. Asumamos que la mitad de esta asignación presupuestaria fuera distribuida equitativamente entre estos municipios. Esto nos darí­a por lo menos 45 millones para cada uno de ellos. Pensemos en que la tercera parte de este monto fuera invertido en carreteras y caminos pavimentados, y asumiendo el costo de un kilómetro en 1 millón de quetzales, esto nos resultarí­a en casi 15 kilómetros de pavimento por municipio del paí­s. Se imaginan cuántas fuentes de trabajo se generarí­an solamente de la ejecución de esta obra, sin tomar en cuenta los beneficios en costo por sacar productos y ahorro en combustible, entre muchos. Casi 5 mil kilómetros de red vial por cada cuatro años. El resto puede ser puentes, centros de salud, escuelas y obras de inversión, NO SALARIOS ni robos, mucho menos pago de deuda.

Ahora preguntémonos dónde se invierte el 78% restante del Presupuesto General de la Nación (PGN), es decir 187 mil millones (Q187,000,000,000). Asumamos que este monto pueda dejarle un 25% al Sistema de Justicia. Podemos distribuir más de 140 mil millones en los 13 ministerios y las 14 secretarí­as, dejando suficientes recursos para que pudiera cada uno de los ministerios ejecutar su función. Priorizando en aquellos como lo son los que proveen Seguridad, Salud y Educación además de carreteras de primer orden,  principalmente. ¿Dónde está tal cantidad de millones? ¿Acaso es manejada en fideicomisos a través de ONGs? ¿Cómo es posible que un Ministerio de Agricultura no llegue ni siquiera a un 1 por ciento del PGN? Tomando en cuenta que vivimos en un paí­s agrí­cola.

En cuanto al Congreso, solamente de salarios se gastan más de 215 millones en los cuatro años, sin tomar en cuenta los pagos de gastos de funcionamiento, representación, asesores y no sé qué otros. Vale la pena revisar y reducir el número de diputados a no más de uno por departamento o dejar un número fijo de no más de 30, duplicarles o triplicarles el salario. Destinar un monto presupuestado para asesorí­as transparentes y esto no sobrepasarí­a de 100 millones. Incluso podrí­a hacerse una parte del pago por ley aprobada, etc. La inversión en el Congreso puede ser mucho mayor, pero siempre y cuando ésta se refleje en resultados. El salario de un diputado debe ser mejor que el de un ejecutivo de una compañí­a multinacional de alto nivel, pero el perfil y la capacidad deben ser acordes. De igual manera que el desempeño de un ejecutivo se mide de acuerdo a metas alcanzadas, de la misma manera debiera medirse el de un diputado y sobre todo, debe medirse su actuación de acuerdo a un Cí“DIGO DE í‰TICA, firmado el mismo dí­a que toma posesión. Los representantes nuestros ante el Congreso deben ser los mejores y esto debe regularse. El paí­s es un reflejo de la mediocridad que hemos elegido. También debemos exigir que en caso de no cumplir con la tarea para lo cual los elegimos debe haber un mecanismo que de acuerdo a su desempeño podemos despedirlos o en su caso remplazarlos. No es posible que un diputado que va a devengar un millón y medio en su estadí­a en el Congreso ejerza, sin control ni supervisión. Y que para llegar allí­ invierta más de 5 millones. No hace sentido, excepto que algo extraño ocurra. Pero como en este paí­s “piensa mal y acertarás”, dice el refrán. Estos personajes deben estar allí­ para representarnos no para esquilmarnos ni estafarnos. Debieran ser garantes de que las leyes sean meticulosas, justas, comprensivas y compasivas, con raí­z en la verdad.

Lo que no entiendo es cómo un Presidente diga que el Presupuesto no le alcanza y hay tal cantidad de millones dando vuelta por quién sabe dónde. Con qué cara pueden exigir más impuestos si no pueden manejar lo que ya les hemos dado. Lo otro que no entiendo es a todos estos representantes de la Comunidad internacional o de las fuentes de financiamiento externas que vienen a avalar los pedidos de más recursos. Cuando a todas luces no hay donde debe haber, porque lo dilapidan en corrupción y malos manejos y pagando servicio de deuda por ninguna inversión. Estos personajes o viven en la estratosfera o son parte de este sistema corrompido y cobran sus comisiones a partir de lo que puedan sacar estos gobernantes. De otra manera no me explico cómo se atreven a dar su opinión sin conocer a fondo lo que realmente sucede. Incluso los bien intencionados, si es que los hay, están asumiendo que no se quiere pagar impuestos en beneficio de los que menos puedan tener, pero el problema no está allí­. Está en hacia dónde se desví­an estos impuestos; que a los que los pagamos, nos cuestan el sudor de la frente. Creer que en estos paí­ses sin desarrollo vamos a hacer las cosas en sistemas tan corrompidos no es inteligente.

Finalmente creo que como se ha demostrado con números en estas páginas, el voto sí­ tiene un valor monetario. Y también queda claro que el Gobierno simplemente son empleados de aquellos que los elegimos. Y deben ser sometidos a una evaluación de desempeño para ver si son dignos de ostentar el cargo para el cual fueron contratados por medio de nuestra elección. Lo que también es evidente, es que los guatemaltecos no estamos eligiendo de una manera representativa a quienes nos gobiernan, estamos escogiendo lo que de una manera arbitraria nos deja sobre la mesa esta partidocracia disfrazada de “Democracia”. A pesar que nuestra Constitución reza que estamos viviendo en la República de Guatemala.

Lo que debemos reflexionar es que no va a pasar nada diferente, si continuamos haciendo lo mismo, NADA. Recordemos que si un trabajador trabaja mal el responsable de que esto continúe, es aquel que lo contrata y se lo permite. En el peor de los casos la decisión de cambiarlo debe ser nuestra. NOSOTROS, los guatemaltecos, somos los patrones y estos politicastros han sido nuestros malos empleados.

¡DEBEMOS APRENDER A SER BUENOS PATRONES! No hay peor pecado que ostentar el PODER y no ejercerlo.