Un diciembre más que se va… y la paz por construir


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En la vida hay segundos, minutos, horas, dí­as, semanas, meses o años que dejan marcas profundas, indelebles. Son trazos rojos que, en unos casos, golpean y duelen, laceran con fuerza y dureza. Pero también hay momentos que alientan y llenan de esperanza, optimismo y regocijo. Unos y otros afianzan, consolidan y dan sentido y razón de ser a la vida, a las ideas, proyectos y convicciones que se tienen y a los esfuerzos, empeños y propósitos a alcanzar.

RICARDO ROSALES ROMíN
\ Carlos Gonzáles \

 


Diciembre es un mes que a Ana Marí­a, a Pedro y Espartaco, nuestros hijos y a mí­, nos ha golpeado dura y profundamente, pero también en el que han tenido lugar históricos acontecimientos. De algunos de ellos no somos ajenos y si hemos sido partí­cipes, es por la convicción, la decisión y el empeño de saber a ciencia cierta por qué, para qué, cómo y con quiénes corresponde hacer lo que se debe hacer y no sólo lo que se tiene que hacer.
   
    El miércoles 3 de diciembre de 1969 nació Ernesto, nuestro tercer hijo. Dos años después, el domingo 19 de diciembre una penosa enfermedad cegó su vida. Seis años después la vida nos dio una nueva alegrí­a y un pesar más. El sábado 10 de diciembre de 1977 nació el cuarto de nuestros hijos, Miguel José. Dos dí­as y medio después, en la madrugada del martes 13, el médico que atendió su nacimiento me decí­a que habí­a fallecido. Hasta hoy, no me explico la causa de su prematuro y repentino fallecimiento.
   
    Para nosotros, el fallecimiento de Ernesto y el de Miguel José fueron golpes durí­simos. César Vallejo lo dijo bien en uno de sus más hermosos poemas: son como si la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma. A Ana Marí­a y a mí­, nos pareció y sentimos como que todo el peso del mundo se nos vení­a encima. Para mí­, que estaba en la clandestinidad, el dolor fue inmenso.
   
    En lo polí­tico, es muy sentida y a la vez irreparable la muerte de Huberto Alvarado Arellano y la de otros dos compañeros del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT, que cayeron combatiendo en un enfrentamiento desigual con las fuerzas del Ejército y de la Policí­a Nacional y Judicial en una casa de la zona 12 capitalina el viernes 22 de diciembre de 1972. Huberto fue herido y capturado allí­,  y asesinado después, la madrugada del sábado 23. Era el Secretario General del Comité Central. Su lucha y convicciones revolucionarias son ejemplo a seguir a fin de avanzar hacia etapas superiores de desarrollo y progreso social, democracia y libertad, justicia y equidad, independencia y soberaní­a nacional y solidaridad fraterna e internacionalista.
   
    A lo í­ntimo y personal y a lo polí­tico hay que agregar el significado e importancia de diciembre de 1996. Diciembre de 1996 sintetiza lo bueno y útil que con empeño y tenacidad se pudo alcanzar a favor del encuentro con la paz en nuestro paí­s y empezar a sentar las bases de solución del enfrentamiento armado en nuestro paí­s.
   
    Lo suscrito el domingo 29 de diciembre de 1996 tiene antecedentes de mucho valor y una proyección histórica que –aunque no se valore en su real y verdadera trascendencia–, es el referente necesario, permanente e insustituible y punto de partida de la construcción de un nuevo paí­s y una nación multiétnica, pluricultural y multilingí¼e, base y sustento de la identidad nacional y social y la pertenencia a nuestro paí­s y a nuestro pueblo.
   
    Que hasta ahora no haya sido así­, es algo que habrá que examinar y si se ha ignorado u olvidado y nada sustantivo se ha hecho en 15 años a favor de la construcción de la paz, cabe dudar que algo se vaya a hacer a partir del 14 de enero.
   
    En un dí­a como hoy, y que según me parece es el dí­a más corto y la noche más larga del año en este lado del hemisferio, asumo que al respeto recí­proco y comprensión del pasado, al imperio de la justicia y el restablecimiento de la verdad histórica y a la construcción de una paz firme y duradera, no se llega por caminos tortuosos o escabrosas veredas. Ello sólo es posible, si se sabe aprender del pasado, entender y explicar el presente y trabajar por un futuro mejor para nuestro paí­s y para nuestro pueblo.
   
    Procede así­ quien se sitúa del lado en que está el deber, quien comprende que nada de lo humano le es ajeno, quien siente como propia cualquier injusticia que se cometa en cualquier parte del mundo y quien es capaz de convertir lo desfavorable en favorable y la peor de las desventajas en decisiva ventaja. Son estas –entre muchas más– parte de las enseñanzas y valioso legado, ético, humano y polí­tico de pensadores insignes e invencibles luchadores de todos los tiempos.
   
    La vida es, en suma, pródigamente hermosa por lo que da y se recibe de ella y por lo que enseña y de ella se aprende; es duramente aleccionadora por lo que nos arrebata y golpea. Más, lo que se recibe y se aprende y lo que golpea y duele, fortalece y da fuerzas para ir hacia adelante, siempre hacia adelante y mantenerse de pie. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/